domingo, 28 abril, 2024

El hombre acecha

Tal vez fue asƭ. Son las seis de la maƱana, de una maƱana gris cenicienta, de un abril a contrafuero, de 1939. Un ejƩrcito de nuevos adeptos se amontona a las puertas de la Tipografƭa Moderna, en Valencia.

Los mozos apenas han tenido tiempo de cambiar el mono azul del Sindicato de Artes GrĆ”ficas por el verde caqui con el que los ha uniformado la comisiĆ³n depuradora. Recorren imprentas y diarios con el fin de hacer tabla rasa, de liquidar hasta los Ćŗltimos indicios de un tiempo pasado que se han empeƱado en violentar, en hacer desaparecer; en quemar en el abismo, hasta el olvido. Es JoaquĆ­n Entrambasaguas el censor, el que encabeza todas esas ā€œbocas cenicientas de rencor, hambre, muerte, pĆ”lidas de no cantar, no reĆ­r; resecas de no entregarse al beso profundoā€. [i]

Sobre los estantes todavĆ­a huelen a tinta fresca resmas y manos sin cortar de ā€œEl hombre acechaā€. Se ha ordenado, condenado a un fuego desatado, que quede arrasado, que no retoƱen aladas de savia sin otoƱoĀ reliquias de ningĆŗn cuerpo, no quieren que los hombres asciendan y desciendan sobre la piel del mundo alados de coraje; no quieren Pueblo, chorro que quieren cegar, estrangular; no quieren que se sepa que no es estĆ©ril la firmeza de un hombre desarmado, que por la libertad se sangre, se luche, se perviva [ii]; no quieren que se hable de ā€œLos hombres viejosā€, brutal alegato contra las viejas costumbres de privilegios e imposturas, de poderosas imĆ”genes que igual despiertan la rabia contenida que la adornan con una sonrisa:

ā€œPorque sabed: llevamos mucha verdad metida
dentro del corazĆ³n, sangrando por la boca:
y os vencerƔ la fƩrrea juventud de la vida,
pues para tanta fuerza tanta maldad es poca.ā€ [iii]

Dos aprendices de cajista se apresuran hacia donde quedĆ³ su Ćŗltimo trabajo. Sienten simpatĆ­a por el poeta del pueblo y han leĆ­do sus versos animados por el maestro. Pensaban que esas cosas no eran para ellos, que no entenderĆ­an apenas, pero se han emocionado, se han encontrado con lĆ”grimas rodando de rabia, de esperanza, hasta de orgullo. La vida los ha empujado a cambiar de bando, pero no olvidan quien son, de donde vienen:

ā€œTened presente el hambre: recordad su pasado
turbio de capataces que pagaban en plomo.
Aquel jornal al precio de la sangre cobrado,
con yugos en el alma, con golpes en el lomo. [iv]ā€

Hay que destruir, pero tambiĆ©n salvar y entre los interiores de sus monos amplios aciertan a recuperar dos capillas [v], ya listas para su revisiĆ³n final. Es su modesto homenaje, su breve acto de valentĆ­a, de rebeldĆ­a a su manera. La barbarie acecha, ā€œcon un rencor eterno, blanco, mortal, hambriento, silencioso, sombrĆ­oā€ [vi], que ā€œquiere cegar los mares, sepultar los amores y va elevando lentas y diĆ”fanas barreras, estatuas silenciosas y vidrios agresoresā€. [vii]

De esta forma, el poemario pudo llegar hasta nuestros dĆ­as de mano en mano, CossĆ­o [viii] de por medio, aunque permaneciĆ³ sin ser publicado hasta 1981. Ā”CuĆ”nta fortuna! Hasta poder encontrar a un Miguel menos revuelto, mĆ”s descorazonado, con un ardor mĆ”s matizado, tal vez gastado y cada vez mĆ”s necesitado, pero no menos generoso: Ā 

Lokinn

ā€œAyudadme a ser hombre: no me dejĆ©is ser fiera
hambrienta, encarnizada, sitiada eternamente.
Yo, animal familiar, con esta sangre obrera
Os doy la humanidad que mi canciĆ³n presienteā€ [ix]

Por entonces, ya ha perdido a su primer hijo, Manuel RamĆ³n, con apenas diez meses, un 19 de octubre de 1938 [x]: El hijo primero /primera alegrĆ­a. /Primer desengaƱo./ Primer ataĆŗd/ que estrecho en mis brazos ā€¦

ā€œMuerto mĆ­o, muerto mĆ­o:
nadie nos siente en la tierra
donde haces caliente el frĆ­o.ā€

Y ha nacido Miguel Manuel, su Manolillo, una maƱana frĆ­a, un 4 de enero de 1939: Se puso el sol./ Pero tu temprano vientre/ de nuevo se levantĆ³/ por el Oriente.

Una nueva causa por la que luchar, porque la guerra estƔ perdida y solo queda rondar peligros y soƱar con un futuro en paz. No obstante, Miguel presiente y escribe en su dedicatoria a Pablo Neruda [xi]:

ā€œPablo: Un rosal sombrĆ­o viene y se cierne sobre mĆ­, sobre una cuna familiar que se desfonda poco a poco, hasta entreverse dentro de ella, ademĆ”s de un niƱo de sufrimiento, el fondo de la tierra.ā€

Pronto se encontrarĆ” con su destino, ā€œUn hombre que ha soƱado con las aguas del mar/ y destroza sus alas como un rayo amarrado,/ y estremece las rejas, y se clava los dientes/ en los dientes de truenoā€ [xii], pero que no pierde su dignidad, que perdura hasta encontrarnos, ā€œporque un pueblo ha gritado Ā”libertad!, vuela el cielo. Y las cĆ”rceles vuelanā€ [xiii] y, asĆ­, vernos concernidos.

ā€œCierra las puertas, echa la aldaba, carcelero.
Ata duro a ese hombre: no le atarƔs el alma.
Son muchas llaves, muchos cerrojos, injusticias:
No le atarĆ”s el alma.ā€ [xiv]

DĆ­a Mundial de Seguridad y Salud en el Trabajo
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[i] Tomado de la dedicatoria a Pablo Neruda del poemario ā€œEl hombre acechaā€.

[ii] ImĆ”genes tomadas de diversos poemas de ā€œEl Hombre acechaā€: ā€œPuebloā€, ā€œEl vuelo de los hombresā€, ā€œEl heridoā€.

[iii] Estrofa del poema ā€œLos hombres viejosā€ en ā€œEl hombre acechaā€.

[iv] Primera estrofa del poema ā€œEl hambreā€ en ā€œEl hombre acechaā€.

[v] Una capilla es la ediciĆ³n previa a la revisiĆ³n final del autor y el editor, ya con formato de libro pero sin encuadernar.

[vi] Tomado del poema ā€œEl soldado y la nieveā€ en ā€œEl hombre acechaā€.

[vii] Del poema ā€œEl soldado y la nieveā€ en ā€œEl hombre acechaā€.

[viii] Se especula, con no pocos argumentos, que pudo ser JosĆ© MarĆ­a de CossĆ­o, amigo de HernĆ”ndez y antiguo empleador suyo, pero cercano al nuevo rĆ©gimen de Franco, el que conocĆ­a de la existencia del poemario y maniobrĆ³ para poder hacerse con Ć©l y conservarlo.

[ix] Ćšltima estrofa del poema ā€œEl hambreā€ en ā€œEl hombre acechaā€.

[x] A su primer hijo dedicĆ³ el poema ā€œHijo de la luz y de la sombraā€ y otros recogidos en ā€œCancionero y romancero de ausenciasā€.

[xi] En la dedicatoria a Pablo Neruda de ā€œEl hombre acechaā€.

[xii] Estrofa del poema ā€œLas cĆ”rcelesā€ en ā€œEl hombre acechaā€.

[xiii] ƚltimos versos del poema ā€œLas cĆ”rcelesā€ en ā€œEl hombre acechaā€.

[xiv] Del poema ā€œLas cĆ”rcelesā€ en ā€œEl hombre acechaā€.

Luis Miguel MiƱarro
Luis Miguel MiƱarro
Manchego. Doctor en Estudios FilolĆ³gicos. AntropĆ³logo social. Maestro.
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