domingo, 28 abril, 2024

De aquí a ninguna parte

Ahora que estamos despacio, quizá convenga pensar un poco en eso tan clásico de donde venimos, quienes somos, y adónde vamos.

La viticultura en Castilla-La Mancha está marcada por la acción de elementos diversos, que podríamos resumir en tres grupos:

  • Cooperativas, que comercializan a granel materia prima.
  • Grandes embotelladores, que comercializan vinos de procedencias diversas, según las oportunidades de mercados, incluyendo los que salen de las citadas cooperativas.
  • Francotiradores, que intentan generar valor añadido y de marca, lastrados por el enorme peso de los dos actores anteriores y que representan un pequeño porcentaje en el volumen facturado.

No deja de ser curioso que recursos públicos, es decir las subvenciones y recursos naturales tan escasos como valiosos, como el agua, se hayan destinado en las últimas décadas en su mayor parte a producir más cantidad de uvas y vinos de ínfimo valor, no hay que ver más que a qué precio se cotizan, y de paso a arrancar un patrimonio vegetal difícilmente reemplazable.

Este patrimonio que podría haber actuado como revulsivo, ofreciendo valor, tipicidad y territorio, es decir, los elementos que justifican precios razonables en las botellas, garantizan continuidad y ganan mercados, ha sido, está siendo atropellado a toda máquina, no solo impunemente, sino con todas las bendiciones.

Los consejos reguladores en su conjunto, con las excepciones que haya que reseñar, han sido comparsas activas con su poca exigencia en criterios de calidad en el vino y autenticidad de las variedades. Un coladero, vamos. No es de extrañar la desafección provocada en productores, y lo que es más grave, en los consumidores.

A todo esto hay un silencio cómplice por parte de la administración cuando los presidentes de esas cooperativas, ese magnifico caladero de votos, que se supone que son entidades de interés social, se ufanan, no les da vergüenza, vaya, del éxito que tienen con sus botellas de 25.000 litros.

El futuro no es para oportunistas, si queremos salir de el atraso y la incuria tendrá que ser creyendo en nosotros mismos, defendiendo lo que nos define, valorando el esfuerzo, asumiendo que las decisiones que se tomen hoy afectarán a generaciones futuras.

El vino puede ser un motor de prosperidad y riqueza, el soporte de una naturaleza agradecida, aprovechemoslo, no solo como motor económico, sino como muestra de respeto al entorno, al paisaje y al paisanaje.

Dura receta:, trabajo y constancia.

Cómo ya dejó claro un tal Don Miguel, ser de tu pueblo para ser universal.

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