MarĂa de Pascual y su padre Juan Miguel son una familia cacereña unida por la caza: para ella es un estilo de vida mientras para su progenitor cazar le ha permitido vivir momentos Ășnicos con su hija; son el ejemplo de un relevo generacional que, segĂșn los Ășltimos informes, estĂĄ en peligro en el paĂs.
Uno de los estudios que profundiza sobre este asunto es el que elaborĂł en 2024 el Instituto Pirenaico de EcologĂa segĂșn el cual casi la mitad de los cazadores de la penĂnsula tiene mĂĄs de 60 años y la incorporaciĂłn de jĂłvenes se ha reducido un 89 % en los Ășltimos 50 años.
MarĂa de Pascual es crĂtica con estos estudios y cree que la falta de relevo generacional no alcanza esas cotas, segĂșn señala a Efeagro; de hecho defiende que una parte del fenĂłmeno se debe simplemente a la menor tasa de nacimientos en España en las Ășltimas dĂ©cadas que deriva en un envejecimiento de la poblaciĂłn.
No obstante, en su afån porque la actividad cinegética gane adeptos, esta cazadora extremeña, que ya acompañaba a su padre a cazar con 7 años en Valencia de Alcåntara (Cåceres), estå intentando que amigos suyos que no la practican se animen a ello.
Ademås, participa en el proyecto Proades «Caza y Naturaleza» puesto en marcha por la federación extremeña que cada año llega a mås de 1.000 alumnos de Primaria de la región y trata de acercar a los escolares la realidad de la naturaleza y sus valores, al tiempo que se les pone en contacto con el medio y se les transmite la importancia de la conservación del ecosistema.
«No podemos permitir que unos niños que el dĂa de mañana van a cuidar el campo no conozcan los animales que tenemos» y tambiĂ©n se les informa de que la caza, de forma «controlada», sirve para «el control de enfermedades y de las poblaciones» cinegĂ©ticas.
Una vida cazando
Juan Miguel de Pascual, su padre, lleva 45 de sus 60 años de vida cazando y su intención es seguir activo «mientras pueda».
Es también ganadero y hace una defensa de la actividad cinegética porque ayuda a controlar la población de «alimañas como las zorras» y de otros animales que pueden transmitir «enfermedades» al ganado.
Para De Pascual, los cazadores jóvenes «no son depredadores, saben lo que es la caza» y es un colectivo al que «le gusta salir al campo, hacer buenas amistades y divertirse».
Juan Herrera es el director de la Escuela Española de Caza, una entidad encarga de impartir formación al cazador en materias como seguridad, adiestramiento canino, caza con arco o tiro.
PrĂłximamente incorporarĂĄn cursos de formaciĂłn para obtener licencia de armas (expedida por la Guardia Civil y que sirve para escopeta y rifle), diferente de la licencia de caza (expedida por las autonomĂas), segĂșn aclara a Efeagro.
Bajo su punto de vista, ha habido una desconexión progresiva del mundo rural», lo que «ha afectado» a la pråctica de «muchas actividades, como la caza, que eran normales en el pueblo».
TambiĂ©n cree que ha afectado la actual «imagen social» de la caza: se ha pasado de una Ă©poca en la que el cazador «era una figura admirada» a que ahora puedan llamarle «‘asesino’ desde los entornos mĂĄs desconocedores».
No obstante, estå esperanzado porque «hay asociaciones de jóvenes cazadores bastantes numerosas y con actividad y en las que cada vez hay mås mujeres, que son absolutamente necesarias».
La visiĂłn desde la federaciĂłn
Desde la Real FederaciĂłn Española de Caza (RFEC), su presidente, Josep Escandell, sĂ considera que hay un problema de relevo generacional en el sector y en «todo» lo que estĂ© «muy vinculado (…) al primario».
Bajo su punto de vista, los jóvenes «no encuentran los atractivos» para continuar con esta actividad y ademås hay «muchos agentes y elementos que desincentivan y que obran en contra» de la caza.
Es un fenómeno que llega a las redes sociales, donde, «si alguien declara que es cazador, se ve sometido a ataques por la incomprensión, desinformación y desconocimiento que hay de la actividad».
«Una vez que cambiemos este escenario social, creo que podremos plantearnos otras iniciativas para fomentar que la gente se incorpore» a la caza porque es una actividad que Ășltimamente se hace «por gestiĂłn y por imperativo para controlar la sobreabundancia de numerosas especies que afectan a los cultivos, son un riesgo zoonĂłtico o provocan accidentes de trĂĄfico», concluye.