Es sabido que las grandes decepciones suelen ser hijas de las grandes expectativas.
Uno se acerca a un establecimiento laureado, incluso estrellado por la famosa guía neumática, expectante y dispuesto a pasar por una experiencia tan gratificante como inolvidable. Esto último, inolvidable, sí lo ha sido. Después de una cálida acogida por los veteranos de la casa, y dispuestos a disfrutar, empiezan los tropiezos.
Se sirve al centro una única cazuelita de aceite local, en la que los componentes de la mesa, por riguroso orden, tenemos que mojar siguiendo el rito de cuchará y paso atrás. Pese a las precauciones, es inevitable constelar de lamparones el níveo mantel.
Una vez servido el primer plato, preguntamos si en la casa tienen vino, ya que no se nos ha ofrecido. Acto seguido aparece raudo un taciturno individuo, al parecer sumiller de la escuela ahí te las apañes, que sin mediar palabra nos enchufa una carta, digamos que singular, pero en términos generales correcta.
Los platos cumplen con su cometido de manera discreta. La moraleja es que conviene guiarse en muchos casos por el GPS de una C 15 antes que por las estrellas.
Los Reyes Magos esta noche se guiarán por ellas, y para no equivocarse, entrarán en todas las casas donde duerma un niño.
Que ellos sean generosos con todos.