La huelga y las movilizaciones del 8-M del año pasado supusieron un hito en las reivindicaciones feministas en nuestro país, con amplio eco desde las plazas españolas hacia otras partes del mundo. Sobre todo, constataron un amplio apoyo transversal a la lucha por una igualdad real entre mujeres y hombres, y mostraron el protagonismo de una nueva generación de jóvenes (gran noticia) determinadas a liderarla. También, muchos hombres compartieron abiertamente las reivindicaciones feministas, sin por ello pretender acaparar cualquier protagonismo.
Un año después, creemos que conviene hacer un esfuerzo por añadir a las declaraciones genéricas contra la discriminación propuestas concretas que permitan avanzar de verdad en la igualdad. Evitaremos así el vapor del “feminismo liberal” que otras proponen, y cuya única receta parece ser “más mercado”.
Aquí presentamos para el debate cuatro de estas posibles medidas, centradas en esta idea: la brecha económica y salarial existente entre hombres y mujeres se explica por distintos factores, pero uno de los más importantes es cómo se reparten los trabajos de cuidados. Este reparto se sigue caracterizando por unos roles de género muy marcados y por la insuficiencia de los servicios públicos que deberían garantizarlos.
Por hacernos una idea, la Encuesta de Condiciones de Vida de 2016 publicada por el INE revela que son mayoritariamente las mujeres (87% del total) quienes cuidan al menos 20 horas a la semana tanto a personas de dentro como de fuera del hogar.
Esto se refleja claramente en el mercado de trabajo. Según la EPA del cuarto trimestre de 2018, un 75% de las personas con jornada a tiempo parcial son mujeres, de las cuales un 51% se encuentran en esta situación de forma involuntaria y un 15% por dedicarse al cuidado de niños o adultos enfermos, incapacitados o mayores. También la mayor inactividad de las mujeres está muy relacionada con el desigual reparto de las tareas de cuidados. Las mujeres son el 64% de la población inactiva, y un 20% se encuentra en esta situación por dedicarse al cuidado de niños o adultos enfermos, incapacitados o mayores o bien por motivos familiares (1,2 millones de mujeres en edad de trabajar). Si calculamos el porcentaje de hombres que se encuentra en la misma situación, la brecha es abrumadora, siendo dicho porcentaje el 2,8%.
Respecto a los servicios públicos, son claramente insuficientes. Nuestro actual sistema de educación infantil deja sin atender a más del 60% de las niñas y niños entre 0 a 3 años, además de presentar grandes disparidades territoriales. En cuanto a la atención a la dependencia, son en su mayoría mujeres las que se encuentran excluidas del mercado de trabajo bien por encargarse de los cuidados de familiares o bien por haberlo hecho. Además, la ley de dependencia vigente no garantiza la suficiencia de la atención prestada ni define un modelo acertado de provisión del servicio: 928.000 hogares declaran no tener sus necesidades cubiertas debido a la inadecuación del actual sistema de dependencia.
Resolver estos problemas requiere cambios sociales de calado que permitan disolver los actuales roles de género patriarcales. Pero hay medidas muy concretas que, por tener un fuerte impacto potencial en la reorganización tanto el sistema de cuidados como el tiempo de trabajo nos parecen especialmente relevantes:
Reducción de jornada y reorganización del tiempo de trabajo. Por término medio, en España dedicamos más tiempo al trabajo remunerado que en otros países europeos, y además hay una importante discriminación por género en la duración de las jornadas: un 29% de los hombres declara tener una jornada en su puesto de trabajo habitual superior a las 40 horas semanales, a la vez que el 38% de las mujeres declara tener menos de 35 horas. Con una reducción de la jornada laboral semanal (por ejemplo, hasta las 34 horas) y una ordenación distinta de los horarios (7 horas de lunes a jueves y 6 horas los viernes) se fomentaría un reparto más paritario del trabajo (el remunerado y el de cuidados). Por un lado, aumentaría el número de horas trabajadas por las mujeres subempleadas. Por otro, se facilitaría tanto la conciliación de la vida laboral y la familiar y la individual (en aspectos tan importantes como el ocio, la cultura o el deporte). Los permisos parentales iguales, intransferibles y 100% retribuidos constituyen un paso fundamental hacia la igualdad real entre mujeres y hombres ya que implican directamente un reparto igualitario de los cuidados de las criaturas, superando los roles de género.
La universalización de la posibilidad de acceso al sistema público de educación infantil de 0 a 3 años. Esto favorece a aquellas personas que desean formar una familia y no lo hacen por las consecuencias de exclusión laboral que tiene ahora para muchas mujeres. Esta universalización debe asegurar una educación de calidad con profesorado formado y empleo de calidad.
Sistema universal de calidad para la dependencia. Frente a los retos demográficos y a la invisibilización de estos cuidados y de quienes los realizan, es urgente la implementación de un sistema de público y suficiente de cuidados de larga duración a las personas dependientes, garantizando la autonomía funcional de estas personas sin que el peso recaiga en los cuidados informales ya sea de otros miembros de la familia o de fuera de ella.
Todas son medidas que, con voluntad política y conciencia de las verdaderas prioridades sociales para la mayoría de la población podrían ponerse en marcha inmediatamente y estar plenamente implementadas en el curso de una legislatura. Y que tendrían un gran impacto en la tarea de poner la vida en el centro de la política.