Marina Okarinska murió de forma «violenta, por estrangulamiento por asfixia mecánica» después de haber recibido un golpe en la parte posterior del cráneo que no le produjo fractura pero la dejó «inconsciente y absolutamente indefensa».
Así se desprende del testimonio vertido durante el juicio que dictaminará si Sergio Morate es el culpable de su muerte por parte de uno de los tres forenses que participaron en la autopsia practicada a su cadáver.
Igualmente, se ha aportado como dato que por «instinto de supervivencia» la víctima intentó «liberarse del obstáculo que le impide respirar», por lo que se provocó cuatro estigmas que derivaron en el depósito de restos de sangre en las uñas de su mano derecha no compatibles con sangre de varón.
En una primera inspección en la fosa donde se encontró su cadáver, se pudo comprobar que presentaba en la «superficie anterior del cuello, rodeándolo» una «brida de plástico negra de corredera cortada y enredada con el cuero cabelludo, mezclada con restos vegetales y otros restos de plástico y de dos tipos de cinta adhesiva, una negra y otra transparente».
DE 23 CENTÍMETROS DE CUELLO A 8
A lo largo de su exposición, ha aclarado que su asesino le colocó alrededor del cuello una brida de 50 centímetros de largo que, una vez cerrada la cremallera, lo redujo a 8 centímetros de diámetro, cuando su perímetro alcanzaba los 23 centímetros, de modo que la presión le provocó el colapso de la laringe, la falta de oxígeno y, consecuentemente, la muerte.
Sin embargo, la brida «no se dejó en el cuello suficiente tiempo como para producir lesiones hemorrágicas», dado que, «durante la agonía», el corazón «no bombea igual que con vida porque no tiene fuerza y late solo unos segundos» después de dicha maniobra, tras la que deja de latir «de manera inmediata».
Y ello, después de haber recibido un golpe «sorpresivo» en la parte posterior de la cabeza que llegó «hasta el cerebelo», le provocó un hematoma de cuatro por dos centímetros en la región occipitoparietal central con extensión hacia la derecha que deriva en dos hemorragias internas de cuatro por cinco centímetros y de seis por tres centímetros respectivamente.
Esto provocó la inconsciencia de Marina con un estado de flaccidez corporal «realmente intenso» y la dejó como una víctima completamente sumisa y sin capacidad de reacción».
Un ataque que se produjo «de manera completamente sorpresiva», como demostraría la inexistencia de las lesiones «típicas de defensa» e indica «que no se lo esperaba» ya que, de otro modo, «habría por lo menos intentado cubrirse la cabeza», circunstancia que habría permitido «colocar la brida cerrada y apretarla o bien cerrarla posteriormente», ya que ambas hipótesis «no se pueden descartar».
MURIÓ SOBRE LAS 18.00 HORAS
Asimismo, el resultado del contenido gástrico del cadáver, teniendo en cuenta que, según sus familiares, el día de su desaparición almorzó alrededor de las 14.30 horas, permite determinar, a su juicio, que su muerte se pudo producir entre las 17.30 y las 18.30 horas del 6 de agosto de 2015.
El cadáver no presentaba lesiones de interés ni en faringe ni en lengua ni en tráquea así como tampoco en el tórax ni en el abdomen ni tampoco presentaba alteraciones en genitales. Asimismo, ha insistido en que tampoco se observaron lesiones en los brazos que evidenciaran defensa ni tampoco en el resto del cuerpo, aunque sí presentaba la amputación de varios dedos de los pies.
Sus globos oculares estaban completamente deshidratados y se descarta fractura en la nariz. Su boca estaba abierta y en el ángulo derecho de la mandíbula aparece una mancha putrefactiva no debida a un hematoma. No presenta otros hallazgos ni lesiones ni en cara ni cuero cabelludo.
A lo largo de su testimonio, el forense ha explicado que, a su llegada, en el interior de la fosa ubicada en el paraje El Bodegón, en el nacimiento del río Huécar, se visualizaba «claramente» cabeza, cuello y espalda del cadáver de Laura del Hoyo, así como sus glúteos y pies, sin calcetines.
Debajo de éste, ubicado en diagonal, a su derecha, aparecen los pies del cadáver de Marina, también descalzos y sin calcetines. «Ninguno de los cuerpos presentaba signos de haber sido impregnados con cal mezclada con agua», ha aclarado.
Ambos cuerpos se extrajeron de la fosa durante más de tres horas con una pala de mano y con las propias manos de los forenses, y se encontraban en estado de putrefacción, más avanzado en el caso del cuerpo de Laura, en posición de decúbito prono y parcialmente cubiertos por arena y una «sustancia que pudiera ser cal».
En el servicio de radiodiagnóstico del Hospital Virgen de la Luz para obtener una serie radiográfica completa con la que descartan la presencia de proyectiles de arma de fuego y fracturas óseas en cualquiera de los cuerpos, que aparecen cubiertos de cal y barro.