Hay en este país un trozo de mapa que tiene cosidos a retales trozos de hasta seis comarcas, regado por el Guadiana, amparado en siglos de historia y con fogones que saben a caza y puchero. Bodega de Europa y del mundo, cuna de ilustres, lugar de La Mancha, tierra de volcanes, célebre granero y despensa, escenario de batallas que construyeron su territorio, ancla de la historia, casa de tres órdenes religiosas. Llanuras de tierra custodiadas por montañas, orgulloso lugar minero, sede y epicentro de nuestra universidad y casa que acoge al que está de paso y al que viene para quedarse. Todo eso es Ciudad Real.
Un muestrario que solo podía caber en tal extensión de tierra, tercera provincia más grande de España, motor agroalimentario, escenario de reinvenciones de una industria que saca todo el partido a cada gota de agua, que tanto vale para hacer crecer la uva y el pistacho como para alfombrar Las Tablas de Daimiel.
Todos los puntos cardinales de la rosa de los vientos que protegen esta provincia tienen pedazos de historia que engrandecen lo que albergan en su interior. Ciudad Real es Alcudia, Calatrava, La Mancha, Montes, Montiel y Sierra Morena, tantas comarcas como fronteras compartidas con tierras vecinas y hermanas. Este paseo es por las puertas de entrada a Ciudad Real, tan desconocida como asombrosa, tan rica como generosa y tan necesaria como imprescindible.
UN PUENTE A BADAJOZ
La vecina del oeste es Badajoz, con un patio compartido lleno de historias que contar. Entre ellas, el exclave de Anchuras, inquilino de la ribera del embalse de Cíjara donde el Puente de los Diecinueve Ojos sirve de ‘checkpoint’ entre Castilla-La Mancha y Extremadura.
Junto a la Isla de las Cuatro Provincias, el silencio que viste a esta infraestructura solo se entiende cuando uno conoce su historia. La delgada línea entre lo pacense y lo ciudadrealeño empezó a entenderse en 1956, allá cuando el Plan Badajoz sobre el río Guadiana tuvo que resolver cómo inundar casi medio centenar de kilómetros.
Villarta, Helechosa, Anchuras, Bohonal, Puerto Rey abrieron los grifos de los ríos Estena y Guadiana para poder abastecerse y dibujar, ya de paso, una de las fronteras más bonitas de nuestra región.
TRES VALLES, TRES REGIONES, TRES PROVINCIAS
Más allá de Almadén, dejando atrás Guadalmez, reinan los Tres Mojones de Augusto, partiendo la tierra entre el pueblo ciudadrealeño y El Viso (Córdoba) y Capilla (Badajoz).
No es fácil encontrar una coordenada que te permita tener los dos pies en tres regiones distintas, y si existe está, al menos en una tercera parte, en Ciudad Real.
Los Tres Mojones de Augusto cobraron vida en diciembre de 1834, toda vez que desaparecieron los antiguos reinos de la antigua España y las provincias adoptaran su razón de estar en el mapa.
No solo tres provincias se dan la mano aquí, lo hacen también los valles de Alcudia, La Serena y Los Pedroches, haciendo de este enclave un lugar único que bebe del río Guadalmez.
DESPEÑAPERROS Y LA INFLEXIÓN ESPACIO TEMPORAL
De toda la tierra contigua a Jaén, Despeñaperros es la chincheta que te pide el pasaporte. Muchos han intentado, de momento, explicar la nomenclatura de este paraje, que sin duda va cosida a la Batalla de las Navas de Tolosa.
Aquella victoria cristiana fue el punto de inflexión que unió el antes y el después de la Reconquista. Y más allá de la repercusión histórica, el desfiladero alberga el Mirador de los Órganos, la Cueva de los Muñecos o el Salto del Fraile, cuarenta metros de cascada que salpican decenas de rutas, desde ecuestres hasta micológicas, pasando por cicloturistas.
RUIDERA, LA ETERNA BELLEZA COMPARTIDA
Entre Albacete y Ciudad Real, las Lagunas de Ruidera se erigen como la más especial de todas las puertas de entrada. De Ossa a Alhambra cabe tanto como el Castillo de Peñarroya, el Baño de las Mulas o la Cueva de Montesinos.
Más de 30 kilómetros y una laguna cada dos, exhibiendo un lienzo de gran belleza con todas las singularidades paisajísticas y geológicas que se merecía este portal.
Inundándose entre ellas mismas, el agua transparente y su intenso color azul provocan a cada gota un paisaje de barreras travertínicas que conforman el ADN de un paisaje único en el mismo centro del país. Entre águilas perdiceras y garzas, tener el privilegio de poder perderse entre sus silencios en cualquiera de sus casi 4.000 hectáreas es, sin lugar a dudas, un placer insuperable.
ALCAHOZO Y SÁNCHEZ GÓMEZ, COPROPIETARIOS
La línea que divide Ciudad Real con Cuenca está también pasada por agua, en forma de cuatro lagunas más. Manjavacas, Sánchez Gómez y La Dehesilla son las tres charcas de DNI conquense, frente a la laguna de Alcahozo, ya en Ciudad Real, conformando un patio de recreo que lo es, además, de convivencia de aves migratorias.
La Laguna de Manjavacas, la más diversa, se pueden contar más de 50.000 aves si las condiciones respetan. Calamones, aguiluchos laguneros, cigüeñelas y hasta flamencos son asiduos a este enclave.
Con históricos molinos de viento como cancerberos a uno y otro lado de la frontera, desde Mota del Cuervo hasta Pedro Muñoz, la separación entre ambas provincias se estrecha aquí en forma de biodiversidad única.
DE CAMPO DE TIRO A PARQUE NACIONAL
El Parque Nacional de Cabañeros se reparte también con Toledo, al norte de la provincia ciudadrealeña. A punto estuvo de convertirse en campo de tiro, y solo la lucha consiguió blindar un espacio propiedad de cigüeñas negras y grandes rapaces.
El centro de España, dibujado hace casi 40 años a lo largo de 410 kilómetros cuadrados, reparte cartas entre las toledanas Los Navalucillos y Hontanar y las ciudadrealeñas Horcajo de los Montes, Navas de Estena, Retuerta del Bullaque y Alcoba de los Montes.
Seis puntos, seis fronteras, que son solo el escaparate de una tierra milenaria. Imagínese todo lo que hay en el interior. No solo molinos, fiestas, tradiciones, parques naturales y un catálogo interminable de pucheros y caldos. Lo mejor desde estas puertas y para adentro, es, sin dudarlo, la gente que construye la realidad de su territorio.
