domingo, 17 noviembre, 2024

«Racionalidad política, decoro democrático y ejemplaridad pública», por Antonio Martínez

Artículo de opinión de Antonio Martínez Iniesta, Presidente de Reacciona Por España en Castilla-La Mancha

Son muchos los autónomos, comercios y pequeñas y grandes empresas que luchan a diario como titanes para sacar adelante su negocio y mantener su importante cuota de empleos. No podemos dejar en la estacada a ningún gremio, a ninguna profesión, que tanto están luchando por sustentar nuestra economía productiva.

Es inconcebible que con la que está cayendo: miles de negocios con la incertidumbre de si podrán volver a abrir, con más de 80.000 fallecidos, el paro disparado con 5 millones de desempleados y más de 750.000 en ERTE, con más del 40% de jóvenes en el paro y un largo etcétera que engloba un verdadero drama social y aún siguen politizando todo lo que tocan los actuales dirigentes. Verdaderamente ¿piensan en las necesidades e inquietudes reales que precisa la sociedad?

Los que gobiernan porque parecen estar desbordados por la situación y por los que están en la oposición que hacen mociones o propuestas fuera de la realidad y utópicas para llenar titulares en los medios de comunicación con la única intención de sacar rédito electoral, confundiendo a unos ciudadanos totalmente aturdidos por el “tsunami COVID-19”. Perplejo se queda uno cuando ve como confunden, consciente o inconscientemente, las competencias municipales con las del gobierno regional o incluso con las estatales.

Sólo podemos salir de la situación actual de una manera, con unión, trabajando codo con codo las administraciones municipales con las regionales y estas con las estatales olvidándonos de colores, de derechas o de izquierdas. Estamos ante una situación extrema que requiere de política con mayúsculas y el que no esté preparado ¡qué se vaya! La política es para servir, no para servirse. La situación actual requiere verdadera vocación.

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En la política española, de abajo a arriba y de arriba a abajo, debe primar, lo que tanto echamos de menos, la racionalidad política, el decoro democrático y, sobre todo, la ejemplaridad pública.

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