miércoles, 10 diciembre 2025

El cañón de Guadalajara que fue mar durante el Jurásico: el Barranco del río Dulce

Un cañón nacido del mar y tallado por el tiempo

Comparte

El Parque Natural del Barranco del Río Dulce, en Pelegrina (Guadalajara), se presenta como un templo abierto donde la geología narra, sin prisa, una historia escrita en piedra. Sus paredes verticales, sus meandros olvidados y sus cascadas estacionales son el resultado de millones de años de trabajo silencioso, un diálogo incesante entre roca y agua que ha modelado uno de los enclaves más singulares de Castilla-La Mancha.

Un cañón nacido del mar y tallado por el tiempo

El carácter excepcional de este paraje procede de un proceso geológico que comenzó cuando la zona permanecía sumergida bajo mares del Jurásico y el Cretácico. Allí se depositaron las calizas que hoy sostienen el barranco. Más tarde, en el Terciario, aquellas masas sedimentarias se fracturaron y plegaron y, ya en el Cuaternario, el río Dulce emprendió una tarea paciente: disolver la roca y abrir el profundo surco que hoy atraviesa la paramera alcarreña.

El resultado es un relieve rotundo y dramático, un anfiteatro natural donde asoman ciudades encantadas, lapiaces, cuevas, simas, dolinas, arcos pétreos y los edificios tobáceos del meandro abandonado de La Cabrera. Las parameras amplias y elevadas se ven interrumpidas de golpe por el tajo del cañón, mientras los afluentes aportan pequeñas cascadas que brotan con fuerza en épocas de lluvia.

El cañón de Guadalajara que fue mar durante el Jurásico: el Barranco del río Dulce
Imagen: Áreas Protegidas CLM

Bosques que respiran historia y estaciones

El parque combina encinares y quejigares, moldeados durante siglos por el uso tradicional de pastos y leñas. En los suelos más pobres aparecen sabinas y enebros, y en los rincones húmedos del valle sobreviven retazos de bosques en galería con chopos, álamos, fresnos y sauces. En las zonas más umbrías del cañón crecen especies propias de latitudes más frías, como arces o guillomos, que aportan un contraste sorprendente al paisaje.

La vida se multiplica sobre los roquedos verticales, donde planean buitres leonados, águilas reales, halcones peregrinos o chovas piquirrojas. En las riberas, el agua cristalina del Dulce sostiene a garzas, ánades reales, martines pescadores y lavanderas cascadeñas. Mamíferos como el tejón, el gato montés, la garduña o el zorro cruzan silenciosos entre los matorrales, mientras corzos y jabalíes recorren los claros del bosque.

El cañón de Guadalajara que fue mar durante el Jurásico: el Barranco del río Dulce
Imagen: TurismoCLM

Rutas que atraviesan la esencia del barranco

El Parque Natural ofrece recorridos para todos los niveles. El trayecto entre Aragosa y Pelegrina, prácticamente llano, suma 11 kilómetros ideales para caminantes, ciclistas y familias. El circuito de la Hoz de Pelegrina, de 4 kilómetros, revela el corazón más abrupto del parque: agujas calcáreas, torres, arcos naturales y un ascenso final hacia el pueblo que domina el cañón.

Desde Sigüenza, la ruta por El Quejigar conduce al visitante hasta Pelegrina a través de un paisaje cambiante y silencioso. También destaca la ruta adaptada para personas invidentes en La Cabrera, un paseo de 1,5 kilómetros que permite sentir el río a través de elementos interpretativos accesibles.

El mirador dedicado a Félix Rodríguez de la Fuente, accesible desde la GU-118, ofrece una panorámica emblemática del barranco, mientras que el Centro de Interpretación de Mandayona profundiza en su riqueza natural, su historia y su biodiversidad.

El cañón de Guadalajara que fue mar durante el Jurásico: el Barranco del río Dulce
Imagen: TurismoCLM

Un territorio amplio, libre y abierto

El parque, declarado en 2003, abarca 8.348 hectáreas entre los municipios de Sigüenza, Mandayona, Saúca, Torremocha del Campo, Mirabueno y Algora, con una zona periférica de protección que supera las 13.000 hectáreas. Su acceso es libre y gratuito durante todo el año, aunque la primavera y el otoño ofrecen una luz especialmente propicia. En invierno, la nieve y el hielo pueden complicar los accesos, recordando que este es, ante todo, un espacio donde manda la naturaleza.

Quien llega al Barranco del Río Dulce encuentra un escenario donde el agua ha cincelado la roca con una constancia casi sobrenatural. El cañón estrecho, los escarpes verticales, el murmullo del río y la presencia de rapaces sobrevolando las alturas componen un paisaje que no solo se contempla, sino que se siente.

Advertisement

Un espacio donde la geología se convierte en relato épico y donde cada sendero invita a escuchar, en silencio, la voz antigua del tiempo.

Más noticias

+ noticias