viernes, 21 noviembre 2025

El coste invisible de emprender en lo rural

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Me veo en la necesidad —y en la responsabilidad— de alzar la voz. No solo por mí, sino por todas las personas que hemos decidido emprender en lo rural: esos lugares donde nadie quiere mirar, donde el silencio pesa más que las oportunidades, donde el abandono ha llegado tan lejos que ya ni siquiera se ve el polvo que cubre lo que aún puede renacer.

Hoy 21 noviembre 2025 después de 2 años muy duros, entiendo profundamente lo que significa la despoblación y lo que supone emprender de forma privada, sin ayudas previas y únicamente con tus propios ahorros para sacar adelante un proyecto esencial. Emprender en un territorio vacío exige toda la inversión, toda la energía y toda la paciencia. Y, aun así, es algo que casi nadie ve. Detrás hay un desgaste enorme, un sufrimiento silencioso y una lucha constante que explica por qué tantos proyectos no llegan a materializarse: precisamente cuando más apoyo se necesita, es cuando menos llega.

Emprender en lo rural significa hacerlo donde no hay referentes, donde nada está escrito, donde no existe un camino marcado. Significa llegar a un territorio olvidado y tener que inventarlo todo: los trámites, los tiempos, la coordinación y hasta la manera de explicar por qué tu proyecto es necesario. Es emprender donde el 99% de la población nunca emprendería. Donde muchos piensan que “no tiene sentido”. Donde las instituciones, sorprendidas, no saben cómo acompañarte porque hace décadas que no se presenta un proyecto de esta envergadura.

En mi caso, sacar adelante una gasolinera rural —una infraestructura básica para la vida y para el futuro de la zona— ha supuesto un reto titánico. No solo por la inversión o la complejidad técnica, sino porque he tenido que convencer, explicar, insistir, esperar, empujar y justificar cada paso. He tenido que demostrar que el pueblo vale, que el territorio importa, que la gente que sigue allí merece servicios, oportunidades y dignidad. Y, aun así, demasiadas veces me he sentido sola, invisible y desamparada.

Vinícola de Tomelloso

Por eso escribo esta carta. Porque esto no le puede volver a pasar a nadie.

Necesitamos que las instituciones entiendan que emprender en zonas despobladas no es un trámite burocrático, si las instituciones lo entienden las personas también, porque es una misión colectiva. Requiere apoyo desde el minuto cero, acompañamiento real, visibilidad y voluntad de caminar junto a quienes deciden iniciar algo donde ya casi no queda nada. Cada emprendedor rural abre camino no solo para su proyecto, sino para quienes vendrán después.

Dar apoyo real y temprano no solo ayuda a combatir la despoblación; también refuerza la experiencia del propio personal institucional, que necesita conocer de cerca las carencias y realidades del territorio. Solo caminando juntos podremos romper la idea —tan dañina— de que lo rural no vale o no es prioritario.

Aun así, quienes emprendemos seguimos adelante, porque creemos en lo que hacemos y en lo que este tipo de iniciativas pueden significar para nuestros pueblos.

Lo digo con la más absoluta claridad: lo rural debería ser una prioridad real, no una nota al margen.
No debería ser tan difícil.
No debería estar tan abandonado.
No deberíamos perder tantos proyectos por falta de acompañamiento y de escucha.

Por eso hoy pido algo tan simple como urgente: Visibilidad. Apoyo. Comprensión.

Y, sobre todo, que no dejemos caer más oportunidades de vida en los pueblos.

Porque lo rural tiene valor. Lo rural tiene futuro. Y lo rural, sencillamente, no puede seguir esperando.

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Beatriz Anta

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Una publicación compartida de ADR Molina de Aragón Alto Tajo (@molina_altotajo)

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