«Donde hubo fuego, cenizas quedan», dice el conocido refrán. Pero en esta ocasión, lo sustituimos por un: «donde huebo fuego, laguna queda». En el corazón de Abenójar, donde la sierra cuarcítica se rinde ante la llanura manchega, descansa la laguna volcánica de Michos, un lugar donde el pasado ardiente de la tierra se refleja en la quietud del agua. Nacida de una explosión volcánica ancestral, esta laguna semipermanente ocupa un cráter de tipo maar, perfectamente conservado, que guarda en su interior la memoria del fuego transformada en paisaje.
Declarada Monumento Natural en 1999, la laguna abarca 215 hectáreas de terreno en el que se mezclan la geología y la vida. Desde sus orillas se puede contemplar cómo la montaña cuarcítica protege el agua como una muralla natural, mientras la llanura se abre frente a ella, extendiendo un horizonte limpio y luminoso. El contraste entre roca, agua y cielo convierte este rincón de Ciudad Real en un escenario de gran belleza y serenidad.

El entorno de Michos no solo cautiva por su forma y su historia, sino también por la riqueza de su fauna y su vegetación. Entre los encinares centenarios, el visitante puede escuchar el batir de alas del águila real o sorprenderse con la silueta esquiva del lince ibérico, que encuentra en este espacio un santuario discreto. En las aguas tranquilas, el zampullín chico y otras aves acuáticas convierten la laguna en un escenario vivo, cambiante con las estaciones.
Cómo llegar al silencio
El acceso es libre y sencillo. Desde Abenójar, se debe tomar la carretera CR-403 en dirección a Luciana y desviarse por la cuarta pista de tierra a la izquierda. Siguiendo el camino principal y tomando siempre la dirección derecha en la bifurcación, se alcanza la laguna tras un breve recorrido.
La mejor época para visitar este enclave es en primavera o en los otoños lluviosos, cuando la laguna conserva su máximo nivel de agua y la vegetación se muestra en todo su esplendor. En los meses más secos puede llegar a secarse parcialmente, pero sigue ofreciendo un paisaje de gran interés geológico y ambiental.

La laguna volcánica de Michos es, en definitiva, un testimonio vivo del pasado volcánico de Castilla-La Mancha y un destino ideal para los amantes del turismo natural y la fotografía. Un lugar donde la geología, la biodiversidad y el silencio del campo se combinan para ofrecer una experiencia única en plena naturaleza manchega.