sábado, 27 septiembre 2025

Abilio Martínez Varea inicia su ministerio como obispo de Ciudad Real con el reto de afrontar la descristianización

La Catedral de Santa María del Prado acogió la solemne toma de posesión, arropada por más de mil fieles, autoridades civiles y 23 obispos de toda España

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La diócesis de Ciudad Real inicia una nueva etapa con la llegada de monseñor Abilio Martínez Varea como obispo y prior de las Órdenes Militares de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa. La solemne celebración tuvo lugar este sábado en la Catedral de Santa María del Prado, donde el nuevo prelado, procedente de la diócesis de Osma-Soria, asumió oficialmente el cargo tras la renuncia de Gerardo Melgar, quien ha ejercido el ministerio episcopal en la provincia desde 2016.

La ceremonia, presidida por el arzobispo de Toledo, Francisco Cerro, y acompañada por el cardenal Juan José Omella, 23 obispos y 153 sacerdotes, congregó a más de 1.200 fieles en el templo y en los jardines del Prado, donde se instaló una pantalla para seguir la eucaristía. También asistieron el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page; el presidente de la Diputación de Ciudad Real, Miguel Ángel Valverde; el alcalde de la capital, Francisco Cañizares, y representantes de las principales instituciones civiles y militares.

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Un obispo “con el corazón dispuesto al servicio”

En su primera homilía como obispo de Ciudad Real, Martínez Varea subrayó los retos pastorales que afronta la diócesis: “No nos conformamos con construir una Iglesia solo hacia dentro. También Ciudad Real, como otras diócesis, vive grandes desafíos: la progresiva descristianización, el envejecimiento de las comunidades y la pérdida del sentido trascendente”. Frente a esta situación, hizo un llamamiento a “cada familia, cada comunidad y cada joven” para ser “testigos del Evangelio y anunciar a Jesucristo con valentía y esperanza”.

El prelado riojano, nacido en Autol en 1964, expresó que llega “con el corazón dispuesto al servicio y a la comunión”, comprometiéndose a trabajar en la unidad “entre todos los bautizados que formamos la Iglesia diocesana de Ciudad Real”. Citando al papa Francisco, destacó las cuatro cercanías que debe cultivar un obispo: con Dios, con los demás obispos, con los sacerdotes y con el pueblo de Dios.

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En su intervención recordó también a figuras históricas de la Iglesia vinculadas a la diócesis, como san Juan de Ávila o santo Tomás de Villanueva, y pidió la intercesión de la Virgen del Prado “para que nos cuide y haga de esta Iglesia diocesana una comunidad viva, fraterna y misionera”.

Reconocimiento a Gerardo Melgar

El obispo saliente, Gerardo Melgar, agradeció la acogida que ha recibido durante sus nueve años de ministerio en Ciudad Real y destacó la fe transmitida “de padres a hijos” en una diócesis joven erigida en 1980. “La transmisión de la fe a través de las familias ha sido uno de los grandes proyectos pastorales de este último decenio”, afirmó.

Bienvenida institucional

Las principales autoridades de la provincia trasladaron su respaldo al nuevo obispo y agradecieron la labor de su predecesor. El presidente de la Diputación, Miguel Ángel Valverde, expresó su deseo de que Martínez Varea “tenga acierto y sea capaz de contribuir a construir, en esta sociedad eminentemente católica, un futuro más justo y más solidario”. También subrayó su confianza en que sabrá “empatizar con esta provincia, en la que la tradición y la religiosidad popular ocupan un lugar muy destacado”.

Por su parte, el alcalde de Ciudad Real, Francisco Cañizares, aseguró que la capital recibe al nuevo prelado “con los brazos abiertos, como a uno más de los nuestros, con el deseo sincero de que se sienta desde hoy vecino y paisano de Ciudad Real”.

Un obispo con experiencia pastoral

Martínez Varea ingresó en el seminario de Logroño en 1982 y completó sus estudios en Roma, donde obtuvo la licenciatura en Teología Dogmática. Fue ordenado sacerdote en 1989 y en 2017 el papa Francisco le nombró obispo de Osma-Soria. Su lema episcopal, Fidelis est qui vocat vos (“El que os llama es fiel”), refleja su convicción de que “solo la fidelidad de Dios puede sostener y hacer fructificar el ministerio episcopal”.

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