sábado, 11 enero, 2025

2025 y educación: tendencias

En el comienzo de este nuevo año, todo apunta al hecho de que se ha perdido en continuidad, en estabilidad  y se ha ganado en incertidumbre, en desafíos que perfilan, a su vez, el mapa de las oportunidades para los sistemas y las instituciones educativas. Nos encontramos, por lo tanto, en un umbral que al traspasarlo nos permitirá superar conceptos, estructuras y procedimientos que hasta ahora han sido experimentales o meros titubeos para consolidarse y producir verdaderas transformaciones.

Entre esas transformaciones está la del profesorado, que deberá ser radical para situarse en un contexto en el que tendrá que adoptar posiciones  y alinearse, en vez de enfrentarse, junto a las herramientas de la IA y el análisis de datos que están ya de lleno en el panorama educativo para procurar escenarios de aprendizaje más individualizados, más inclusivos.

Itinerarios que no se podrán transitar sin la ayuda de la necesaria formación, que asistirá a la consolidación en el mercado de las EdTech y de las plataformas LMS; sin que esto suponga que deba abandonarse la formación entre iguales y la formación presencial.

En el territorio de la formación, en general, estará cada vez más presente el concepto de la formación continua, formación permanente, formación a lo largo de la vida, que tras algo más de 20 años desde su emergencia cobra sentido pleno para el conjunto de la ciudadanía, digamos para los estudiantes no tradicionales, sin excluir a docentes de todos los niveles educativos. Con un mercado laboral cada vez más exigente en cuanto a la demanda de nuevas destrezas y que pone a prueba la capacidad de adaptación de la población activa, ya sea demandante de empleo o en ejercicio, el mundo de las microcredenciales eclosiona y nos ofrece una herramienta fundamental para la actualización o para la adquisición de nuevos conocimientos. Las microcredenciales responden así a la necesidad de aprendizaje flexible, como alternativa a programas formativos tradicionales, más rígidos y extensos; a la vez que atienden y validan el aprendizaje de habilidades específicas y muy adaptadas a la adquisición de competencias concretas.

En consecuencia, la tendencia hacia una educación y formación personalizada y a demanda junto a la asociación entre instituciones educativas y las empresas emergentes que combinan educación y tecnología, apunta hacia un ecosistema educativo más flexible, incluidas aquí la educación formal o enseñanzas regladas; menos con recetas de amplio espectro y más con dianas terapéuticas; con más agentes implicados, con otros intereses distintos de los meramente educativos, que conciernen intensivamente a aquellos que en la educación y la formación ven un negocio realmente floreciente y jugoso y que detraen ingentes cantidades de los presupuestos en su propio beneficio.

Por otra parte, en la enseñanza formal y obligatoria se darán pasos hacia la reordenación de recursos y de infraestructuras, principalmente afectados por los descensos de población y, en consecuencia de matrículas, no solo en zonas en riesgo de despoblación; lo que volverá a reabrir con intensidad el modelo de la enseñanza híbrida, una vez que se superen las limitaciones de un acceso equitativo a los recursos tecnológicos (la brecha digital); asimismo, que se asegure el pleno desarrollo de la competencia digital del profesorado y, lo que es más importante, su formación metodológica para no incurrir en el traslado directo del modelo presencial al virtual.

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Se entiende, por añadidura, que habrá que incrementar los esfuerzos por preservar espacios de convivencia saludables, en los que tanto profesorado como alumnado puedan establecer relaciones que ayuden a superar situaciones de acoso, de desinformación, de adiciones; espacios de comunicación y encuentro entre estudiantes, familiares y profesorado para hablar de logros, desafíos y preocupaciones en torno a los conflictos que deben afrontar y que afectan a su salud mental. Problema este que requiere entornos que prioricen el respeto, la resiliencia y la responsabilidad. De este modo, la educación socioemocional cobrará protagonismo y estará en la agenda de los centros educativos como objetivo compartido por toda la comunidad educativa.

En conclusión, el panorama educativo estará marcado por la segunda revolución de la tecnología que protagoniza la IA, la extensión a gran escala de la formación a lo largo de la vida condicionada por las transformaciones del mercado laboral y profesional, el fortalecimiento de las habilidades socioemocionales y la búsqueda de un sistema educativo más inclusivo y diverso que reclama más flexibilidad para poder adaptarse a nuevos entornos, cada vez más inciertos, ambiguos y complejos.

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Luis Miguel Miñarro
Luis Miguel Miñarro
Manchego. Doctor en Estudios Filológicos. Antropólogo social. Maestro.
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