Miguel Hernández es el poeta de la “siembra desglosada” por todos los medios, nacido para ser soplado, viento del pueblo, “brotando del manantial de las guitarras, instrumento que viene rodando desde la eternidad de la nada a nuestro corazón esparcido”. Así comienza “Viento del pueblo”, con la dedicatoria que Miguel hace a Vicente Aleixandre. Viento como metáfora de libertad, libertad para el pueblo; pueblo veintisiete veces referido, pueblo “desnudo y sin qué ponerse, hambriento y sin qué comer”; pueblo que cantando defiende:
“Cantando me defiendo
y defiendo mi pueblo cuando en mi pueblo imprimen
su herradura de pólvora y estruendo
los bárbaros del crimen».
Es un recopilatorio de poemas que ya se han publicado, diseminado, sembrado. Como “Vientos del pueblo me llevan”, en el Mono Azul (22-10-1936); “Elegía segunda (A Pablo de la Torriente, comisario político)”, en Ayuda, (6-2-1937); “El niño yuntero”, en Ayuda (27-2-1937); o “Rosario, dinamitera”, en A l’Assaut. Journal de la XII Brigade Internationale (25-2- 1937).
El libro, como tal, sale a la luz en Valencia un dos de octubre de 1937. Es un libro original, multimodal, porque viene acompañado de 18 fotografías, abrazadas al texto, en una suerte de interacción entre poesía e imagen, añadiendo un código visual y semiológico inédito; porque hay que interpretarlo a base de imaginar, junto a las imágenes, a Miguel en acción, recitando, con una puesta en escena en la que caben no solo los rasgos prosódicos de la oralidad sino los interpretativos y teatrales, claves estas que Miguel maneja a la perfección.
Versos que se vienen publicando de forma frenética en distintos medios de la prensa escrita, que se recitan en las emisoras de radio, en el frente; pero estamos ante un libro que no resulta improvisado. Parece que es a primeros de julio, cuando entrega al Socorro Rojo la versión definitiva para su publicación. Miguel se encuentra en Valencia para participar en el II Congreso internacional de escritores en defensa de la cultura, para el que firmó, junto a otros escritores, la “Ponencia colectiva” que fue leída el 10 de julio. Con antelación, una carta del poeta a Josefina Manresa, en abril, ya le anuncia: “Mi libro ya está puesto en marcha. Después de escribirte, voy a ponerme a corregir pruebas de él que me han mandado ya de la imprenta.” No son meras cuartillas impresas y modestamente encuadernadas, tenemos un libro del que se ha cuidado su edición. Lo compone la fotógrafa Tina Modotti, conocida como camarada María Ruiz, compañera de Vittorio Vidali, comandante Carlos.
En el poemario se depositan muchas esperanzas, es mucho más que unos versos escogidos, ya que a lo artístico, poético, se suma lo ideológico, el compromiso y la intención movilizadora, que se anuncia, en una suerte de marketing propagandístico, así:
“Viento del pueblo (poesías). Así se llama el próximo libro de Miguel Hernández. A él pertenece el poema que hoy adelantamos en esta página. Cuando el libro aparezca, le dedicaremos la atención y la distinción que merece. Por ahora, baste repetir aquí que su autor es uno de los pocos verdaderos poetas recientes, y además un ejemplo de conducta en lo que llevamos de guerra. La edición, que constará de muchos ejemplares, irá ilustrada con fotografías, será esparcida por las trincheras y arrojada como propaganda en el campo enemigo…”
Es el paradigma del arte de izquierdas, el del compromiso activo que tanto reclama Miguel Hernández:
“A los hombres españoles que irremediablemente dedican su vida a la vida del arte se les ofrece una tremenda, inagotable y dura cantera de donde extraer el mármol definitivo para su obra: la de esta guerra, la de esta vida que vivimos tan al desnudo en sus pasiones, en sus sentimientos”.
“Yo seré el poeta dispuesto a empuñar el fusil y a empuñar el romance cuando lo creas conveniente, dispuesto a morir a tu lado: dispuesto a que mi voz sea la que nuestro pueblo mueve sobre nuestra garganta.”
En definitiva, se trata de un documento referencial que nos muestra a un Miguel en plenitud, sujeto lírico, poeta, esposo y soldado; esperanzado en todos los aspectos:
“Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
Envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
Y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
Sin colmillos ni garras.”
Son poemas que superan lo efímero de las recitaciones o de las publicaciones periodísticas al hilo de la inmediatez en las que fueron apareciendo y se convierten en este libro en monumento imperecedero.