Cuenta, Rafael Reig, a través de uno de sus personajes de su novela El Rio de Cenizas, una viuda de militar golpista, sostiene que los buenos españoles van a un cielo especial que hay para ellos.
En ese cielo patriótico se come cocido los jueves y paella los domingos.
A él, naturalmente están invitados esas gentes de orden que pueblan los partidos de derecha y de rederecha, políticos regionales, el cura de Valdepeñas, y el hermano de Juan Guerra.
Supongo que los indepes de Cataluña soñarán con un edén de pan tumaca y calçots, así como los chuletones y la tortilla de bacalao en El País Vasco, los percebes y la empanada para los gallegos, los gazpachos para los manchegos.
No me imagino que clase de eternidad sería para un malagueño sin gazpachuelo, ahora que caigo.
Mientras en las alturas se entretienen con sus cosas, la gente de a pie seguimos dándole vueltas a como llenar la andorga, con lo que sea, pasando del nacionalismo, y con miedo al desahucio.
Por que no solo te desahucian cuando el tío del banco te dice que ahuecando apoyado por la fuerza pública.
Hay otra clase de desahucios.
Por ejemplo, el que se quiere perpetrar contra los vecinos de la ribera del Bullaque instalando cebaderos industriales de gorrinos en sus cercanías condenado al exilio a sus vecinos por segunda vez.
Algunos de ellos han vuelto después de un prolongado alejamiento al que les llevó la necesidad y la falta de oportunidades.
Han reconstruido el antiguo hogar familiar para que acoja a sus hijos, con sacrificio, con esfuerzo y privaciones, y sienten con pesar, esta nueva amenaza.
Amenaza que no es menor para los pequeños agricultores y ganaderos que consiguieron resistir en sus modestas explotaciones.
El Bullaque está en lucha. No se dejó bombardear ni va a consentir que se le caguen encima.
Pues menudos somos.