Casi cinco siglos después de su nacimiento se siguen desvelando misterios sobre la vida de Miguel de Cervantes Saavedra. A lo largo del tiempo se han realizado multitud de estudios sobre distintos aspectos de la biografía del escritor, pero, aun así, siguen apareciendo nuevas informaciones sobre sus peripecias.
No es el único artista universal con el que esto ocurre. Los avances tecnológicos, que no estaban disponibles décadas atrás, también se están poniendo al servicio de la recuperación del pasado, y ayudando a resolver cuestiones que han mantenido en vilo a generaciones y generaciones de historiadores. Apenas el año pasado, los rayos ultravioleta y el análisis caligráfico ayudaron a desvelar la autoría de un mensaje escrito en El grito, pintado en 1893, que resultó ser del propio autor, Edvard Munch. También en 2021, gracias al uso de la inteligencia artificial, en concreto del Machine Learning, se confirmó que William Shakespeare utilizaba escritores fantasma para realizar sus obras.
Pero el caso de Cervantes es paradigmático. Su vida y su obra se entremezclan (seguramente a propósito), y dan pistas la una sobre la otra, sin que podamos saber muy bien qué es realidad y qué es ficción.
Para desvelar los múltiples misterios sobre la vida del creador de El Quijote, también se han utilizado las últimas tecnologías. Hace unos años, en 2016, se pudo demostrar, gracias al uso de un georradar y a las técnicas de la antropología forense, que los restos mortales de Miguel de Cervantes se encontraban en el convento de las Trinitarias, en el Barrio de Las Letras de Madrid. Siempre se había dado por supuesto que fue enterrado allí en 1616, junto a su esposa, Catalina de Salazar, pero, en realidad, como con muchos de los datos sobre Cervantes que tenemos, no había pruebas fehacientes. Tras el trabajo que científicos e historiadores realizaron en la cripta del convento madrileño, que quedó reflejado en un documental, se sabe con certeza que los restos del escritor y su esposa se encuentran allí, mezclados con los de otros 16 difuntos. Un misterio resuelto, pero quedan más.
Por no saberse, ni siquiera se sabe a ciencia cierta cuándo y dónde nació Miguel de Cervantes. La versión oficial es que nació un 29 de septiembre de 1547 en Alcalá de Henares. Se cree que fue en esa fecha por el nombre de pila, ya que era costumbre habitual poner el nombre del santo del día en que se naciese y uno de los santos del 29 de septiembre es San Miguel. El lugar de nacimiento se atribuyó a Alcalá de Henares por un acta bautismal que se encontró allí y ser cree que es de Cervantes, aunque no está claro que realmente fuera la suya, ya que los apellidos no coinciden exactamente. En la época era costumbre en algunas familias aprovechar los datos de familiares para inscribir a los hijos, y hay teorías que sostienen que, en realidad, esa acta era de un pariente y que el escritor podría haber nacido hasta dos años después.
Pese a que son muchas las localidades que dicen ser el lugar de nacimiento de Cervantes por múltiples motivos, aunque ninguno con el peso suficiente, la biografía familiar del escritor apunta a que sí podría ser Alcalá de Henares. El propio Cervantes dijo por escrito ser de Alcalá y, aunque es cierto que hay varios “Alcalá de”, se sabe que su padre, que era médico, estaba destinado en esa época en la localidad madrileña.
Sabemos que Miguel de Cervantes fue recaudador real y que, por eso, tuvo que recorrer el Camino Real que atraviesa La Mancha, pasando por Tomelloso, donde había una venta muy similar a la que aparece en El Quijote. Y también se conoce que el escritor estuvo preso en Argamasilla de Alba, cautiverio en el que pudo empezar a escribir la célebre novela del caballero hidalgo; por lo tanto, tiene lógica que este municipio ciudadrealeño se atribuya ser ese lugar de La Mancha de cuyo nombre no quería acordarse Cervantes. Aunque lo cierto es que tampoco hay pruebas de que fuera así.
Hace un par de años, gracias al archivero del municipio sevillano de La Puebla de Cazalla, se supo que, entre los múltiples oficios de Miguel de Cervantes, pudo estar el de agente comercial en la exportación de vino. Ahora, sabiendo que en realidad la familia de Cervantes era cordobesa y que el escritor pudo pasar allí su infancia, un documental sobre el colegio de la Inmaculada de Córdoba trabaja con la idea de que fue allí donde el escritor aprendió a leer y escribir. Fundado en 1553 como Colegio de Santa Catalina, fue la primera institución educativa de la ciudad y, teniendo en cuenta que Cervantes tendría seis años, tiene lógica que fuera allí donde cursase sus primeros estudios. Aunque tampoco hay pruebas; como si de un ejercicio de ficción se tratase, es el lector el que tiene que atar cabos y sacar sus propias conclusiones.