Al PSOE se le pueden reconocer muchas cosas. En la época actual, con Sánchez al frente, incluso la de ofrecer cada día un espectáculo de prestidigitación de circo.
Porque al igual que estos artistas planifican y crean una ilusión para someter la atención del público y desplazarla hacia donde a ellos conviene, el Gobierno actual tiene bien medidos los tiempos, las noticias, las acciones y el consecuente impacto en su propio beneficio.
Prueba de tan maquiavélica forma de proceder –ya sea por adicción o necesidad- la tenemos en los hechos acaecidos esta misma semana.
Con medida premeditación y alevosía, desde el Gabinete de Moncloa se pergeñaban actos en cascada, reconcentrados en tiempo limitado, para que los dolientes españoles no tuviéramos tiempo ni tan siquiera de respirar –cuanto más de digerir- ingente cantidad de importante “información”.
A principios de semana anunciaba el presidente –el de todos por su responsabilidad, el de sólo unos cuántos a tenor de sus acciones- que propondría al Consejo de Ministros la concesión del indulto a los nueve condenados en el juicio del procés.
Para promocionar su magnanimidad –concepto totalmente desvirtuado en boca del sanchismoal decidir conceder los indultos ante el rechazo del mismísimo Tribunal Supremo a esta medida de gracia, convoca en el Liceo de Barcelona a 300 personalidades de la “sociedad civil”. Todo ello para la presentación de un relato en el que el PSOE se erige a sí mismo en adalid del cumplimiento constitucional al promover la concordia.
Lo curioso de todo esto es que cuando uno busca la definición de “concordia” en el diccionario de la RAE encuentra palabras como “conformidad” o “unión”, o expresiones como que es un “ajuste o convenio entre personas que contienden o litigan”. Trasladado esto a la escasa, por no decir nula, información que se nos ha filtrado a los mortales sobre el contenido del informe del Tribunal Supremo, parece que nos coloca en dos contextos diametralmente enfrentados puesto que mientras Sánchez apela a que todos nos llevemos bien y seamos felices juntos, los independentistas no muestran el más mínimo indicio de arrepentimiento y afirman que es el preludio de la derrota de España.
El que más y el que menos puede ver que ambas posiciones no aparentan estar demasiado bien cohesionadas. Aunque sí cierto tufillo hay ya a que en la mesa de negociación en ciernes, habrá una “bajada de pantalones” del Ejecutivo central, con cesiones perjudiciales para quienes creemos en la igualdad entre españoles y en la unidad territorial, para no dar por concluida de forma abrupta la legislatura actual.
Para que se nos olvide un poco esta preocupación por romper España, acudimos entonces a varios anuncios a bombo y platillo por parte del Gobierno de la nación.
Uno para imbuirnos de tranquilidad ya que, dentro de su magnanimidad, han decidido bajar el IVA de la luz del 21% al 10%. Eso sí, la medida ni llegará a todos los hogares ni tampoco se verán beneficiadas todas las empresas pues, como siempre, hay letra pequeña que es necesario leer. Y además de la letra pequeña, volvemos a advertir otra mentira más en el Ejecutivo socialista que afirmaba con rotundidad no hace demasiadas semanas, por boca de la ministra Montero, que era Bruselas el responsable al no permitir reducir el IVA en este servicio básico para la ciudadanía. A la vista de los acontecimientos, es más que patente que sólo era una excusa para justificar sus medidas impopulares de subida de impuestos a la ciudadanía.
Llegamos a final de semana con la inmensa alegría de poder vernos el rostro completo, tras más de un año de sacrificado encubrimiento, porque se pone fin al uso de la mascarilla en exteriores. Otra noticia más que nos induce un estado emocional positivo que nos predispone a dejar de ocupar nuestro tiempo ni a destinar energía alguna en reflexionar sobre la gravedad de los acontecimientos recientemente vividos.
Sobre 10, el PSOE de Sánchez me merece un 9’99 de puntuación en el arte de la prestidigitación. Y no se me ofenda esta profesión, a la que admiro profundamente.