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Un poblachón, una ventana y un alcalde maricón

No nos engañemos, no está de moda ser político, ni ejercer la política, ni tan siquiera saber de política, cuanto menos, participar de ella. Ni qué decir, reivindicarla, o entenderla, o tal vez intentar explicarla. Pero sigue vigente una coletilla habitual para todo aquel que se presta a hablar de política local, aquella que reza que en los pueblos «se vota a la persona y no al partido». Cosas de lo rural, que rebajan argumentarios y diluyen ideologías hasta lo más pragmático del servicio público, aquello de arreglar aceras o cambiar bombillas fundidas de las farolas, ya saben.

Por eso no me importa estrenar este espacio hablando de un político, de una persona que ejerce la política, que sabe de ella y en la que lleva participando un tercio de su vida. Que nunca la ha dejado de reivindicar, que la entiende y que sabe, de qué manera, explicarla.

Y como de explicaciones va la cosa, para entender la figura política de Jesús Marín, alcalde de Valdepeñas, hay que viajar en el tiempo hasta el 2003, la génesis de todo. La agenda política de aquel año venía marcada por el adiós de Pujol, el plan soberanista del lehendakari Ibarretxe, la sucesión de Aznar al frente del PP en favor de Mariano Rajoy; y todo ello mientras la Costa da Morte seguía teñida de negro por el petróleo del Prestige y la chica del Telediario se prometía con el Príncipe.

Ese fue el año en el que Jesús, tras haber ocupado escaño en Valdepeñas durante doce años y liderado la oposición en los cuatro últimos, se hizo con un bastón de mando que todavía no ha soltado. Poeta y hombre de teatro, fue aquel el año en el que este publicista que coqueteó con el periodismo y vendió queso en casi cien países a tiempo parcial ocupó el despacho de Alcaldía, hasta hoy y de momento.

Atisbando ya el horizonte de su carrera de regidor a la vuelta de esta segunda mitad de legislatura, el alcalde me brindó un último baile en forma de entrevista, una conversación donde el plumilla poco más pudo hacer que escuchar y preguntarse por qué la clase política, en términos generales, no suele tener tanta clase en los tiempos que corren.

EL POBLACHÓN

Desde el patio del Ayuntamiento de la ciudad y custodiado por los retratos de todos sus antecesores, Jesús Martín atiende la entrevista sin poder esconder el orgullo de haber sido artífice del crecimiento de la ciudad, algo que se demuestra cuando el munícipe resume en un sota-caballo-rey los logros que exhibe con más orgullo, a saber: más cultura, más deporte, que no haya mayores cenando solos, que todos los niños vayan desayunados al colegio y recuperar las calles del pueblo para sus vecinos, sacando el tráfico del centro y consiguiendo una ciudad de las más seguras de toda Europa.

Solo con consentimiento es OK
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«Lo mejor que he hecho sin darme cuenta es que he pretendido dibujar una ciudad, y creo que se ha conseguido, que ya no es un poblachón manchego. Uno llega aquí y se encuentra una ciudad que podría ser cualquier ciudad de Europa», defiende Jesús, dejando sin saberlo un titular periodístico que bien podría resumir su carrera política. «Dejo a Valdepeñas en el mejor momento de su historia. Es un momento dulce».

Y lo es porque, aunque no lo coloque encabezando el ranking de las cosas importantes, la ciudad manchega recibe ahora casi 50.000 turistas al año y los reparte en 600 camas de hotel que nunca tuvo; suma 5.000 habitantes más que cuando él fue investido; deja una DO resucitada in extremis; y ha favorecido que se cosa un tejido empresarial que ha colocado a Valdepeñas, literalmente, en órbita y en el cielo, que pregunten a Tecnobit o CNC Bárcenas.

LA VENTANA

Revalidar sistemáticamente mandatos hasta el punto de recabar el 75% de los votos no se consigue desde lejos, y cultivar la cercanía con aquel que tendrá en algún momento que depositar una papeleta con tu nombre se convierte en un valor político, casi una estrategia.

Desde el primer día, Jesús adquirió la costumbre de recibir casi a diario en el despacho de Alcaldía a cualquier paisano que tuviera un problema, fuera o no solucionable y con la única premisa de avanzar primero sobre qué trataba la queja o petición. Lo que no sabían los vecinos que acudían a la audiencia es que el tiempo de exposición de la reivindicación, la que fuese, expiraba a los 30 minutos.

Hay, de entre los cientos de visitas que ha gestionado como alcalde, una paradigmática y por la cual puede explicarse bien la receta del éxito de un político que dejará de serlo sin que le echen. Un matrimonio llegó al Ayuntamiento a pedir amparo ante un problema de difícil solución, y es que el solar contiguo a su vivienda iba a ser edificado, obra que acabaría por cegar un pequeño ventanuco del cuarto de baño de la familia. Un asunto de lindes, nada más mundano y manchego. «¿Pero cuál es el verdadero problema de ustedes?», preguntó. «Que tenemos un hijo como usted», fue la respuesta, en alusión a la condición sexual del alcalde.

EL ALCALDE MARICÓN

Y es que a pesar de que a golpe de lucha y aunque no lo parezca la sociedad se va actualizando a lo que debiera ser el sentido común; aunque en 2025 la homosexualidad de un alcalde no ha de ser noticia… no se puede afirmar que la opinión pública de este país haya sido tan madura a lo largo del presente siglo y de las más de dos décadas de mandato de Jesús.

Imagínese que, incluso, en 2007 ocupó la contraportada de un diario de tirada nacional subido a una barrica con el titular de ‘El alcalde gay’, compartiendo reportaje con otros seis munícipes «muy diferentes», desde un rockero hasta un musulmán pasando por un anciano… y hasta una mujer. Impensable hoy en día.

Sus primeros pasos como concejal vinieron acompañados de pintadas de ‘¡Jesús Martín, maricón! ¡Jesús Martín, maricón!’ en las calles de Valdepeñas, materia prima que sirvió al alcalde para despertar una corriente de cariño y solidaridad de todo un pueblo que, a la postre, dio un vuelco electoral en Valdepeñas para darle 12 de 21 escaños y prender la mecha de seis legislaturas como gestor.

Y es que Jesús llega a admitir que de no ser por «ser maricón», no habría lucido jamás en un cartel electoral. Siendo asesor de la Red de Teatros de Castilla-La Mancha, recibió la propuesta para encabezar la candidatura de manos de Pepe Bono, quien afrontaba su salto a la política nacional y, en palabras del ahora alcalde, «quiso darse un aire de modernidad» apostando por un homosexual para una Alcaldía importante.

El resto, es historia, la de un alcalde –y senador– que dejará una gran huella y muchas lecciones. Solo faltaría que los que han de recoger su legado las aprendieran. O que incluso las pusieran en práctica.

Humberto del Horno
Humberto del Hornohttps://somosclm.com
Humberto del Horno (Cuenca, 1985), licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, llegó en 2011 a la Delegación de Europa Press en Castilla-La Mancha, que dirige desde 2013. Actualmente compagina este cargo con columnas en La Tribuna de Cuenca y El Digital de Albacete, además de colaborar en tertulias de Radio Castilla-La Mancha y en el programa Estando Contigo de la televisión regional.