sábado, 20 septiembre 2025

Treinta y dos banderas, cinco credos y el corazón de un pueblo

En Villamalea no se siembra odio: se cosecha futuro. La moción conjunta de PP, PSOE y Unidas Podemos marca un hito que nace de décadas de trabajo social

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La riqueza de un pueblo se mide por la dignidad que reparte. Quien siembra odio, recoge soledad; quien acoge, cosecha futuro. La inmigración es oportunidad, no amenaza. Quien carece de autorización de residencia vive atado al miedo. Todo esto no lo digo yo, lo dice la moción conjunta y a tres presentada en un pequeño pueblo de Albacete, impulsada y aprobada por PP (en el Gobierno), PSOE y Unidas Podemos-Izquierda Unida para pedir al Congreso de los Diputados votar a favor de la Iniciativa Legislativa Popular de regularización extraordinaria de personas migrantes. Este hito político de hace apenas unas semanas es solo el resultado de décadas de trabajo social y colectivo en una tierra acogedora de personas migrantes y ejemplo de convivencia. Vengan conmigo a Villamalea.

La ‘Reina de los Tollos’ desafía a la planicie enquistada en esa alfombra que es La Mancha, que pierde su casto nombre, que diría Cervantes, para convertirse en Manchuela allí donde se abren las cuevas de Los Ángeles y La Tortuga, entre el Júcar, el Moluengo y el Cabriel. Como si de la Persia albaceteña se tratara, Villamalea luce en el mapa tan orgullosa como los champiñones que reinan en la rotonda de una de sus puertas de entrada. Con la satisfacción de saberse de campo porque del campo viene. Con cicatrices en la tierra al paso de las ramblas de San Antón y del Moñuzo hasta la Colada del Camino de las Cabañas que conservan aún la huella de los carros romanos que por allí pasaron.

El correr del tiempo en Villamalea trajo de todo. El paso de Alfonso VIII tras su triunfo en Cuenca sirvió para ir poblando unos territorios que pertenecieron al pequeño alfoz de Iniesta. Pasaron los años para erigirse en Estado de Jorquera, con pleitesía al Marquesado de Villena, pero sin desprenderse de un espíritu aldeano que le condenaba a la irrelevancia.

Villa desde 1663 junto con Mahora, Navas de Jorquera, Cenizate, Valdeganga y Casas Ibáñez, empezó a gozar en este siglo de cierta autonomía, con tierras repartidas entre los Núñez de Haro y los Monteagudo. Pero no tuvo escudo hasta los 60 del siglo pasado, a saber, corona real española, campo de oro custodiado por dos fajas de gules en rojo, un peine de púas, todo al abrigo de batanes y talleres de alfombras que recuerdan al siglo XVIII.

32 BANDERAS

Uno de cada tres de sus 4.000 vecinos no nació allí, ni siquiera lo hizo en España. Y, con todo, conforman una villa con un fuerte tejido asociativo que ha terminado por cristalizar en una sólida vecindad que radica en la colectividad, demostrando a negacionistas e incrédulos que los enemigos no podemos ser nosotros entre nosotros mismos.

El álbum de banderas que atesora Villamalea, hasta 32 distintas, empezó a llenarse en los dosmiles con la llegada de trabajadores llegados de Marruecos y Ecuador, que prestaron sus manos al campo para hacerlo más fértil y hacer crecer al pueblo. La crisis, aquella de los ladrillos, también llegó a Villamalea, justo en esa época donde más falta hicieron los servicios sociales para coser un paisanaje de colores que no quiso encerrarse en guetos.

Nada de lo que titulan ahora los grandes medios a raíz de la insólita moción conjunta pasa por casualidad. La figura de Floren, trabajador social que en la sombra ha ido tejiendo la colcha de una sociedad envidiable, recaló en Villamalea en 1999. Y entre que cambiaba el siglo y no, ya impulsaba encuentros culturales entre los migrantes que iban engrosando el padrón.

«El arte del trabajo social es mover a la comunidad y hacerla protagonista», explica Floren con la modestia del que no sabe que está haciendo historia. En su relato, explica cómo su función en el pueblo se ha limitado, como si fuera poco, a buscar espacios de convivencia para una población que gracias a su artesanía de trabajador social acababa siendo un poquito menos extranjera.

CINCO CREDOS

Todo nace de una confidencia. En el trono que se vino a llamar ‘Silla del Confidente’, metáfora y atalaya impulsada por Floren para abrir las almas de sus vecinos, una joven árabe le trasladó, tímidamente, su curiosidad por entrar en una iglesia.

Fue el punto de partida para poner en común a la mezquita y a la iglesia en un primer baile al que se sumaron el resto de creencias religiosas que conviven en el municipio. Javi y Abderramán, párroco e imán del pueblo e imprescindibles en esta historia, aprovecharon la circunstancia para crear un punto de encuentro y de cohesión, algo complicado de ver, pero que servía para mandar un mensaje al mundo.

Un primer paso en un camino que ha desembocado en intercambios religiosos donde la propia hija del imán explica a los católicos las liturgias musulmanas, ensamblando culturas que ya rezan juntas en una sola sociedad, con todos sus maravillosos matices.

Más allá de las dos religiones que predominan, greco-católicos, ortodoxos y evangelistas se subieron a la ola para protagonizar, entre los cinco credos, una jornada interreligiosa sellada con el testimonio de cinco mujeres, una por religión, que verbalizaron cómo cada una de sus creencias tenía su génesis en la búsqueda de la paz.

UN CORAZÓN

Fue en agosto cuando los tres grupos municipales con representación en el Consistorio aprobaron por unanimidad sumarse a la reivindicación de regularizar a migrantes. Una petición que, más allá de lo simbólico, también era práctica. Y que, política al margen, surgió del movimiento vecinal en una corriente a la que los partidos con representación municipal solo pudieron ponerle alfombra roja

El eco cosechado ha servido para iniciar el proceso de lo que está por venir, y es que ya trabajan en una gran concentración con epicentro en la capital del champiñón en la que se pretende, desde la modestia, ser un grito comarcal pero que tendrá que serlo, por pura necesidad, internacional. Una cita en la que el protagonismo no será político y serán ellos, los que han construido la identidad de un pueblo solidario, quienes brillarán para brindar al mundo su ejemplo de concordia.

Humberto del Horno
Humberto del Hornohttps://somosclm.com
Humberto del Horno (Cuenca, 1985), licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, llegó en 2011 a la Delegación de Europa Press en Castilla-La Mancha, que dirige desde 2013. Actualmente compagina este cargo con columnas en La Tribuna de Cuenca y El Digital de Albacete, además de colaborar en tertulias de Radio Castilla-La Mancha y en el programa Estando Contigo de la televisión regional.

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