Ya va para quince años de la epifanía de Manuel Rossi, la que le llevó a seguir las huellas de Santiago a la contra de lo establecido. Cuando los caminos hasta el Obradoiro ya estaban definidos y con hasta seis llegadas distintas que cosen la Rosa de los Vientos a Galicia, él apuntaló el rastro de apóstol hasta el Monasterio de Uclés, segundo monumento más grande dedicado al patrón de España después de la Catedral de la capital gallega.
Manuel arrastraba un problema de salud, cosas del páncreas, cuando puso rumbo a Caravaca de la Cruz, arrastrado por una fe que le acompañó en el viaje con el que se sobrepuso a la enfermedad. Y fue a la altura de Horcajo de Santiago donde el párroco de la época, don Julián, le habló de los vestigios de una peregrinación muy importante en la historia de España. Un periplo que, partiendo del Monasterio de Santiago Apóstol en Uclés, se dirigía a Santiago para ganarse la Compostela.
Un trazado que en su día fue transitado por los caballeros de la Orden de Santiago y que servía para proteger a los peregrinos, condición que hace del Camino de Uclés una vía bidireccional que atesora señalización oficial de todos los Caminos de Santiago compartiendo espacio con las flechas que marcan el rumbo a la localidad conquense.

Fue así como soñó el camino que vendría a unir la Puerta del Sol con el monumento conquense, una peregrinación alternativa, distinta y sin nada que envidiar a las demás. Un recorrido de doce docenas de kilómetros, 144 en total, que se convierte a la fuerza en un viaje a través del tiempo.
A través de Rivas, Arganda, Morata, Perales, Tielmes, Carabaña o Estremera en la Comunidad de Madrid; y transitando Barajas de Melo o Huelves hasta coronar el cerro que Alfonso VIII entregó rozando el año 1200 a la Orden de Santiago, los hitos que Rossi ha ido colocando en los últimos tres lustros hacen del Camino de Uclés una aventura única que ya han descubierto más de 35.000 peregrinos. Y entre los últimos en engrosar la lista figura Salsa, perra mestiza y segoviana de casi cinco años y ya merecedora en el pasado de dos Compostelas tras conquistar Santiago por las vías del Camino Inglés (desde Ferrol) y el Camino Primitivo (desde Lugo). Su currículum de ‘perregrina’ se acaba de ensanchar con la tercera de sus proezas, la de merecer la ‘Uclessiana’. Y lo ha vuelto a hacer, como en sus anteriores dos citas con Santiago, completando el camino a la carrera.
CINCO ETAPAS Y UN APERITIVO

Salsa enlazó la Puerta del Sol con el Monasterio en cinco etapas en una semana laboral a la que precedió un aperitivo dominical con los cinco primeros kilómetros. Arrancando desde la Puerta del Sol, llegó hasta la Glorieta de Pirámides de la capital de España en un preludio suficiente para arrancar al día siguiente con más ganas todavía.
Tras pasar una abarrotada Plaza Mayor, las primeras huellas de Santiago asaltan a la corredora con su iglesia y plaza homónimas, junto a la primera de las cruces de la Orden que le acompañarán en los próximos días. Palacio Real e Iglesia de La Almudena enseñan el camino hasta el Puente de Segovia que da paso a la rivera del Manzanares, acompañante inseparable a lo largo de la primera gran etapa que aguarda el lunes.

Lunes que arrancó en plena forma y en el que remató hasta 32 kilómetros que le llevaron hasta el Ayuntamiento de Arganda del Rey. Cuando el Parque Lineal del Manzanares deja atrás la Caja Mágica o el tanatorio de la M-40 empiezan a florecer los primeros mojones artesanos que Manuel Rossi y la Asociación de Amigos del Camino han ido colocando en la ruta hasta el Monasterio. Cuando el río deja de ser cloaca, alguna huerta empieza a alfombrar la ruta; y una vez que la urbe se pierde a la espalda, la soledad se une a la aventura para elevarla a su máxima potencia.
La primera gran Cruz de Santiago que sale al paso anuncia a Salsa que solo restan 122 kilómetros para la línea de meta. Transcurre el camino al pie del Bosque Scania, arboleda de 45.000 unidades que ha logrado pintar de verde el flanco derecho de la A-3 antes de llegar a Rivas Vaciamadrid, coloreando el enésimo de los ensanches de la gran capital.

En el pueblo viejo de Rivas, la Parroquia de San Marcos servirá para sellar por primera vez la credencial que acreditará el mérito dentro de cinco días, como sirve el contiguo Parque Miralrío para abrevarse y descansar. Los siguientes kilómetros son placenteros. La Laguna del Campillo ofrece un maravilloso kilómetro antes de llegar al Puente Verde por el que el tren de vapor histórico que llega a la inminente estación de La Poveda circula durante cuatro meses al año. Tras la antigua estación-museo se enfila la recta final hasta el Consistorio argandeño. Mañana más.
DE ARGANDA A PERALES ENTRE PALMERAS DE CHOCOLATE

La Iglesia de San Juan Bautista y la Ermita de la Virgen de la Soledad dan el pistoletazo de salida a la segunda etapa, donde un buen tramo de Vía Verde que circundará la cementera de El Alto vendrá salpicada de las señalizaciones artesanas que Rossi nos ha dejado a modo de migas de pan para no perder un camino que lo fue de trincheras hace casi cien años donde aún perduran los restos del antiguo apeadero de Cornicabra, perfecta terrada para mirar al sur y descubrir las vegas que esculpió el Tajuña.
Ya en Morata, la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción pone el trazo cultural de la visita, pero a estas alturas y con media maratón ya en las piernas, cualquier peregrino que quiera seguir los pasos de Salsa estará obligado a buscar alguno de los seis obradores artesanos que han colocado al pueblo como la capital mundial de las palmeritas de chocolate.
El dulce avituallamiento aplanará los ocho kilómetros que restan hasta Perales, donde la Iglesia de Santa María del Castillo servirá para poner la guinda de la segunda etapa.
DE ERMITA EN ERMITA HASTA ESTREMERA

La tercera entrega fotocopia el paisaje de la anterior a fuerza de río Tajuña. Dejar Perales atrás sirve para constatar que es, sin duda, uno de los pueblos que más está apostando por el Camino a Uclés, así lo atestiguan las muchas señalizaciones que van enseñando la ruta.
Pasan los kilómetros y Tielmes ofrece una dupla de ermitas maravillosas. La de San Isidro, la pequeña de las dos, es la puerta de acceso al Camino de las Dehesas sobre el que se asentará el trazado de esta jornada. La segunda, dedicada a los patrones del pueblo, los niños Justo y Pastor, bien merece una parada.
Ya en Carabaña, el desvío al pueblo se justifica en la ermita de Santa Lucía y la iglesia dedicada a Nuestra Señora de la Asunción. Bueno punto para coger fuerzas, por si flaquearan, que el camino hasta Estremera terminará por empinarse en este tramo de la Vía Verde de los Cuarenta Días.
DE ESTREMERA A BARAJAS, LA ETAPA DE LA FRONTERA
La cuarta de las etapas no será la más fácil pese a ser la más corta. Pero, sin duda, es la más espectacular. Tras la plácida cuesta abajo que deja atrás Estremera a la orilla del arroyo de Valhondo se abren paso todos los túneles de la también llamada Vía Negrín, ferrocarril estratégico de vida efímera creado en solo cuarenta días para abastecer a una capital de España asediada por los sublevados.
La Comunidad de Madrid llega a su fin y lo hace con el Río Tajo como frontera, allí donde desemboca el Río Salado y Cuenca se abre paso. Por fin, más de cien kilómetros después, la llamada del Monasterio empieza a retumbar.

Las múltiples señalizaciones rojiblancas se suceden en la travesía hasta una de las manufacturas más especiales que Rossi ha dejado en el camino: el Bordón Universal. Inaugurado con boato institucional el pasado año con motivo del 850 aniversario de la fundación de la Orden de Santiago, sus casi 7 metros le convierten en el ejemplar más alto del mundo.
Desde ahí, el Río Calvache será fiel compañía hasta Barajas de Melo, la última de las paradas antes de conseguir el reto. En la iglesia de San Juan Bautista y tras recorrer las señales del camino dibujadas por los niños del pueblo, Salsa echa el alto por última vez. Quedan 25 kilómetros para Uclés.
PASEO TRIUNFAL HASTA UCLÉS
En los últimos 25 kilómetros solo queda disfrutar, sobre todo desde la llegada a Huelves. El camino que soñó Manuel Rossi enfila el pueblo conquense con uno de los más bonitos homenajes a quienes lo recorren, el Paso Internacional de Peregrinos.
Bajo la autovía A-40, un mural con tantas conchas como banderas de caminantes han dejado su huella da la bienvenida a los peregrinos que se apresuran hasta Uclés, dando el primero de los pellizcos al alma que sabe que está a punto de completar el reto.

A tres kilómetros de la recta final, el Monasterio, por fin, saluda al peregrino. El primer tramo en el que Salsa deja de correr para empezar a volar. Aún queda un penúltimo momento mágico, el Trébol de Elidio, último de los hitos del camino en honor a un buen peregrino y mejor hospitalero, homenaje de los propios amigos del Camino y rematado por el pincel de Florencio que honra al caminante desde mayo de 2019. Este punto se antoja necesario, ya que el sello de la credencial de este punto será imprescindible para conseguir la Uclessiana. No olvide, peregrino, dejar flores a los pies del hito.
Es entonces cuando Uclés y sus 800 años de historia dan por fin la bienvenida en una llegada al Monasterio cuyo sentimiento no envidia nada a la llegada a la plaza del Obradoiro.
Y así fue como, gracias al apoyo logístico de Gabriela y Francisco y saludando al otoño, Salsa se colgó la tercera de sus credenciales como perregrina corredora. Y si la perra es la mejor amiga del hombre, será también a partir de ahora una amiga más en la Asociación de Amigos del Camino de Uclés.




