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Día de Castilla-La Mancha, orgullo de lo nuestro

Cada 31 de mayo, Día de Castilla-La Mancha, lo vivo como un verdadero ritual, una ceremonia de reafirmación identitaria que, de algún modo, otorga sentido simbólico y social a los cambios más relevantes en la vida de nuestra tierra.

El acto central de este día cristaliza en una celebración que revaloriza el papel de personas e instituciones que son distinguidas por sus aportaciones a Castilla-La Mancha. Y subrayo “revaloriza”, en su sentido etimológico: dar nuevo valor. No digo “poner en valor”, que alude a hacer que algo adquiera o recupere importancia, utilidad o reconocimiento. Porque creo que estas personas ya tenían valor en sí mismas. La condecoración no las descubre: las sitúa en primer plano.

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Y no hay mejor forma de revalorizar ese trabajo que mediante el reconocimiento. Porque reconocer no es un gesto menor. Es, en realidad, una necesidad humana. Lo explicó Maslow con su famosa pirámide: sentirnos reconocidos nos confirma que lo que hacemos importa, que no estamos solos, que formamos parte de una comunidad que sabe mirar, escuchar y agradecer. Es decirle a alguien: te vemos, te valoramos, te necesitamos.

Cuando el reconocimiento se convierte en costumbre, lo que se fortalece es el tejido invisible de la convivencia. Se refuerza el orgullo colectivo, la autoestima de una tierra. No hay desarrollo posible sin una identidad que se sienta querida, útil, respetada. Por eso este día es también un homenaje a quienes dedican su vida al cuidado, a la educación y la cultura, a la ciencia, a la empresa, a nuestra protección, al bien común. A quienes, desde cada rincón de nuestra región, mantienen viva la llama de Castilla-La Mancha. Ser reconocidos no es un capricho: es un acto de justicia. Y también, un acto de comunidad.

Este día es, además, una oportunidad para dar las gracias. Porque es de bien nacidos ser agradecidos. En la vida, como en la política, todo lo que se recibe debe ser devuelto, transformado, ofrecido de nuevo. Es el ciclo de los dones: dar, recibir y devolver. Lo que uno recibe se transforma y se entrega otra vez, enriquecido, a la comunidad. Agradezco a mi tierra la confianza, la paciencia, la exigencia y el cariño. Agradezco a quienes se esfuerzan cada día por mejorar nuestra región, a veces sin pedir nada a cambio más allá del respeto.

Quiero compartir también una convicción profunda: no estamos viviendo solo una época de cambios, sino un cambio de época. El sociólogo Zygmunt Bauman hablaba de tiempos líquidos, marcados por la incertidumbre. Pero también por nuevas formas de arraigo, por vínculos más solidarios, por una renovada idea de comunidad.

Ese cambio de época solo puede construirse desde el aquí y el ahora. Desde lo cotidiano. Desde lo posible. Desde lo que depende de nosotros y nosotras. Porque la política útil no vive en discursos lejanos, sino en la reciprocidad, en el compromiso mutuo, en el altruismo recíproco que nos humaniza.

Y, al final, todo se resume en una palabra antigua y poderosa: alianza. No solo entre partidos, sino entre generaciones. Entre pueblos. Entre quienes, aun pensando distinto, luchan por un mismo ideal. Con la celebración de este día, que es del conjunto de las y los castellanomanchegos, queremos construir una gran alianza emocional en la que todas y todos nos sintamos representados.

Feliz Día de la Región. Celebrémoslo con orgullo de lo nuestro.

Emiliano García-Page Sánchez
Presidente de Castilla-La Mancha