El trabajo de recuperación del lince ibérico (Lynx pardinus), que ha llevado a que la especie alcance actualmente los 3.000 ejemplares, no solo es un hito para la conservación, sino que su presencia genera ecosistemas más sanos y funcionales, explica en una entrevista con EFE la especialista Astrid Vargas.
Vargas, quien fue directora del programa de cría en cautividad del lince ibérico entre 2003 y 2010, insiste en que la recuperación de esta «especie paraguas» protege también a toda la biodiversidad que depende de su ecosistema, el bosque y matorral mediterráneo, e impacta directamente en los humanos, “que dependemos de ellos para contar con aire limpio, agua pura y para regular el clima».
Gracias a los esfuerzos conjuntos de administraciones, investigadores, ong, comunidades locales, propietarios y cazadores, este felino ha logrado aumentar su población de forma constante con un último censo que en 2023 reseñaba 2.000 ejemplares libres en la naturaleza.
Contando con los cachorros del año pasado y los de este año, Vargas cree que esta cifra rondaría ya los 3.000 linces, un gran éxito teniendo en cuenta que en 2003 quedaba alrededor de un centenar.
Esta recuperación ha sido reconocida por la Sociedad Geográfica Española (SGE) que en la última edición de sus premios ha galardonado la recuperación del lince ibérico como “un hito muy importante que reconoce a todas las personas involucradas en el proceso”.
Trabajos de conservación
Para alcanzar este punto, los expertos han aplicado diversas medidas, desde la mejora del hábitat y la recuperación de las poblaciones de conejos —base del 80 % de su alimentación— hasta la cría en cautividad, con un “papel clave” en el manejo de la especie por parte de la investigación científica y la gestión genética.
Además, desde que comenzaran estos trabajos de conservación, la Unión Europea ha apoyado varios proyectos LIFE, el último de los cuales, bajo el nombre de LIFE Lynx Connect, busca “conectar las distintas zonas de reintroducción”.
De esta manera, según los datos de Vargas, han nacido casi 800 linces, de los cuales 417 han sido reintroducidos en la naturaleza: esto ha permitido aumentar sus núcleos poblacionales, de 2 a principios de siglo en Doñana y Sierra Morena, a 16 en la actualidad, incluyendo zonas de Portugal, Extremadura, Montes de Toledo, Palencia o Murcia.
Las 2 poblaciones de principios de siglo “estaban desconectadas”, ha indicado Vargas, favoreciendo una endogamia que puede provocar problemas de infertilidad, malformaciones o, incluso, ataques de epilepsia.
Para evitarlo, Lynx Connect ha aumentado la variabilidad genética de la especie, tanto a la hora de realizar los emparejamientos en cautividad como en la selección de ejemplares para la reintroducción.
Desafíos y futuro
Aun así, persisten amenazas para el lince como la pérdida de hábitat, las enfermedades de los conejos de los que se alimenta o el cambio climático, que empuja a sus poblaciones cada vez más hacia el norte.
Y, “aunque tanto los cazadores como los propietarios de fincas han sido grandes aliados en su recuperación”, Vargas ha alertado del surgimiento de voces contrarias a su expansión, argumentando su impacto en la caza o agricultura.
En todo caso, el progreso es obvio: en 2015, la especie pasó de estar «en peligro crítico de extinción» a «en peligro de extinción» en la Lista Roja de la Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza (UICN) y, en 2024, consiguió bajar a la categoría de «vulnerable».
Para que el lince pase a considerarse “especie de conservación favorable”, Vargas explica que tendría que llegar a haber 750 hembras reproductoras en la naturaleza, casi el doble respecto al censo de 2023 que marcaba 406.
“Todavía nos queda tiempo para llegar ahí (…) pero es un hito alcanzable”, confía esta experta, quien ve en esta recuperación un símbolo de esperanza “para toda la biodiversidad, tanto en España como en el resto del mundo”.