martes, 9 septiembre 2025

Talentos de nuestra tierra: un diálogo con Jesús Quirós Cortés.

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Nacido en Alcázar de San Juan, Jesús es la quinta generación de una saga pastelera que desde 1917 endulza la vida de su pueblo.

Hablar de Jesús es hablar de raíces, de pasión y de futuro. Humilde y ambicioso a partes iguales, ha logrado ser reconocido como el mejor maestro chocolatero de España tras ganar el World Chocolate Máster Iberia 2025 y encara el reto de representar a España en la final mundial que se celebrará el próximo año en Bélgica.

Lokinn

En la centenaria pastelería La Rosa, ha sabido combinar la tradición familiar y los sabores de siempre con una creatividad que lo distingue. Entre roscones, hojaldres y pastas de té, de sus manos salen bombones reconocibles por su sello personal: sabores intensos, llenos de matices de fruta y frutos secos que no solo se prueban, sino que perduran en el recuerdo porque él no elabora dulces, crea emociones.

  • Con tan solo dieciséis años se trasladó a Cataluña para consolidar su formación en repostería ¿Qué recuerdos guarda de su paso por la Escuela de Pastelería del Gremio de Barcelona y de qué manera ha marcado su trayectoria tanto profesional como personal?

Tengo que añadir a eso, que un año antes de marchar a Barcelona empecé en la Escuela de Pastelería de Madrid. Allí tuve como primer maestro a Justo Almendrote. Era una escuela con muy buena trayectoria, funcionaba bien, pero decidieron clausurarla.

Aunque lo único que tenía eran unas bases, estaba enamorado de la pastelería y quería continuar formándome y ahí entran mis padres. Así que, una noche, mi madre y yo cogimos un tren hotel desde Alcázar y, sin conocer la ciudad, nos lanzamos y fui de los primeros en inscribirme en la Escuela del Gremio de Barcelona.

Al llegar me hicieron un examen, porque venía de un curso de iniciación en Madrid. En Barcelona había tres cursos de pastelería más un cuarto, el Técnico de Grado Superior. De unos 50 alumnos, solo los 10 con mejores notas podían acceder a ese último curso. Y yo tuve la suerte de poder hacer los cuatro cursos completos.

La verdad es que allí tengo mi segunda casa, profesionalmente hablando, y he hecho grandes amigos. Toda mi vida profesional ha pasado por Cataluña, aunque siempre he seguido trabajando en Alcázar, porque bajaba los fines de semana a casa. Fueron años intensos, con momentos difíciles, pero aprendí muchísimo.

Aquella época la recuerdo con alegría y orgullo, aunque también con un punto de añoranza por todo lo que he vivido.

Talentos de nuestra tierra: un diálogo con Jesús Quirós Cortés.
  • Participar en un certamen como el World Chocolate Máster Iberia supone un gran reto ¿Cómo describiría la experiencia de competir en un campeonato de tanto nivel y qué aprendizajes le ha dejado?

Me lo propusieron en noviembre de 2024, aunque empezaron a contactar conmigo meses antes. Tenían la idea de que pudiese ir porque necesitaban perfiles jóvenes. Al principio, yo estaba más cómodo aquí en la tienda y no quería salir mucho otra vez. Ya había vivido lo que es preparar un campeonato porque acababa de participar en el Campeonato de España de Pastelería (MMAPE’24), y sé lo duro que resulta: necesitas mucho apoyo, tanto moral como profesional y económico.

La primera en avisarme sobre las bases del World Chocolate Máster fue mi madre. Estaba cenando con mis amigos, y me llamó mi madre: “Oye, necesito que veas esto”. Y yo: “No, no puede ser. Pasamos este año y luego ya veremos”. Le colgué, pero a la mañana siguiente ya estaba preguntándome qué pensaba.

Yo seguía diciendo que no, que lo olvidara. Y luego, por cosas de la vida, en una demo de chocolate que tenía en Madrid, se me acerca Josep Maria Ribé y me dice: “Jesús, queremos contar contigo. Queremos que vayas. Estamos buscando gente cualificada y preparada”. Claro, ellos también se juegan su imagen como Cacao Barry Callebaut.

Finalmente, decidí participar, hablando con mi padre. Le dije: “Papá, ¿quieres que vayamos?”. Y me contestó: “Pues sí”. Y así fue. La verdad, ha sido el mayor reto y lo mejor que me ha pasado hasta ahora dentro de la profesión. Estoy feliz, contento y agradecido.

He puesto mucho trabajo en ello, mucho tiempo, mucho dinero … pero también he tenido a mucha gente que me ha arropado. Y de verdad, ha sido tremendo.

  • Recibió el galardón del World Chocolate Máster Iberia de manos de Lluc Crusellas, único español que hasta ahora ha logrado alzarse con el premio a nivel mundial en el concurso más prestigioso en materia de chocolate al que usted también opta ¿Qué supuso recibir ese reconocimiento de alguien que ya ha hecho historia?
Talentos de nuestra tierra: un diálogo con Jesús Quirós Cortés.

Este campeonato se hizo en Vic y yo lo preparé mayoritariamente aquí, en Alcázar. A Barcelona subía de vez en cuando, pasaba tres días en un hotel, trabajaba con una empresa de diseño de allí —con la que ahora también colaboro para la Copa del Mundo—, recogía lo que necesitaba, moldes, colorantes, ideas… y me volvía a Alcázar.

Gracias a mis padres, acondicionamos el obrador para que pudiera entrenar aquí mismo, aunque fuese al lado de las cafeteras mientras las chicas estaban sirviendo cafés. Así fue como preparé todo. Luego, tres semanas antes del campeonato, subimos a Barcelona con una furgoneta con todo muy bien colocado.

Y claro, recibir el premio en Cataluña tiene un plus. Allí el chocolate es otra liga: son los que lo mueven todo, con las monas, las decoraciones, los grandes maestros. Están nombres como Enric Rovira, Oriol Balaguer, Sara Rius o Lluc Crusellas, que es impresionante. En Castilla-La Mancha, en cambio, el chocolate se trabaja sobre todo en invierno, porque en verano el calor complica mucho la bombonería. Allí, en cambio, se vive todo el año.

Recibir el premio de Lluc fue muy especial. Es un tipo joven, con mucho talento, mucho carisma y una humildad increíble. Cuando presentó en Madrid la película sobre su camino al campeonato, me decía: “Vas a disfrutarlo un montón”. Y lo transmitía con tanta naturalidad que parecía que no me estuviera pasando un testigo, sino que quería compartir conmigo la experiencia de volver a participar.

  • A algo más de un año vista, se presentará al campeonato mundial de maestros chocolateros. Aunque parece que queda mucho tiempo, en realidad está a la vuelta de la esquina… ¿cómo se está preparando para una cita de tal magnitud y qué objetivos se marca en esta recta final hacia el Mundial?

Desde el mismo día que gané el World Chocolate Máster Iberia no hemos parado de trabajar. Recuerdo que nada más recibir el premio me dijeron: “Ahora tienes que decidir si vienes a vivir la experiencia o a ganar”. Y lo tuve claro: vengo a ganar.

Desde entonces, hemos seguido trabajando mucho y en silencio. He disfrutado de reconocimientos y galardones, pero al mismo tiempo hemos creado un equipo sólido, con gente de confianza que me asesora y me ayuda a dar forma a nuevas ideas. Todo está muy planificado: ya estamos esperando las bases oficiales para arrancar la preparación.

Seguramente lo prepararé en Barcelona, en un espacio adaptado exactamente a las condiciones del campeonato, como si fuese mi propio box de competición. Necesito sentirme cómodo y poder reproducir al detalle lo que me voy a encontrar allí.

Lo importante es que me siento fuerte y aunque cuento con el apoyo de mi familia es verdad que en Alcázar es difícil compaginarlo, porque tenemos mucho trabajo. No he parado de trabajar el chocolate ni un solo día y, lejos de cansarme, me ha reforzado. Estoy en forma y con muchísima ilusión.

Talentos de nuestra tierra: un diálogo con Jesús Quirós Cortés.
  • En un mercado saturado de productos, sorprender y mejorar la experiencia del cliente exige apostar por la innovación sin relegar la tradición que forma parte de vuestra identidad ¿Cómo consiguen ese equilibrio entre crear lo nuevo y preservar aquello que forma parte de vuestra historia?

Aquí en Alcázar —y en toda la comarca— tenemos la suerte de contar con una hostelería muy potente. Alcázar funciona un poco como “puerto de entrada” a La Mancha: desde aquí la gente visita Campo de Criptana, El Toboso, Socuéllamos… Tenemos hoteles, buenos restaurantes, incluso algunos con Estrella Michelin cerca, y eso nos obliga a estar muy al día.

En La Rosa cuidamos tanto a la clientela de siempre —esa abuelita que cada mañana pide su magdalena para desayunar— como a los que buscan las últimas tendencias, como un croissant de pistacho con chocolate blanco. Hoy en día las modas cambian muy rápido: que si el Lotus, el Oreo, los frutos secos… y nuestra labor es adaptar esos sabores a nuestros productos sin perder la tradición.

Un ejemplo claro es cuando volví de Barcelona después de recorrer pastelerías. Propuse abrir un croissant, rellenarlo con crema de queso y fruta fresca… ¡y fue un éxito! Porque en Alcázar estábamos acostumbrados a la almendra, al almíbar, a la yema… productos que siguen en la casa y que no podemos ni queremos quitar. Pero a la vez vamos introduciendo cosas nuevas.

También hay tendencias muy fuertes en celebraciones: ahora mismo las tartas de queso están de moda, y no pueden faltar. Igual que ocurre con el panettone: hace unos años era impensable en La Mancha, y hoy tenemos que empezar a elaborarlo ya en octubre porque todo el mundo lo demanda.

Al final se trata de mantener una línea coherente: no arriesgar con sabores demasiado extremos, sino con propuestas que gusten a todos, cuidando lo de siempre y ofreciendo novedades que ilusionen.

  • Un proverbio nos recuerda que “si quieres ir rápido, ve solo y si quieres llegar lejos, ve acompañado.” En su caso, ¿de qué equipo se rodea para afianzar cada paso de su trayectoria y afrontar nuevos retos?

Sobre todo, de mi familia. Me rodeo de mis padres y de mi hermana Rosa. Ella es fisioterapeuta, no se dedica a la pastelería, pero está tan involucrada en el negocio familiar y en la casa como yo, incluso más. Para nosotros lo primero es que todo salga bien: podemos estar 16 horas en el obrador, pero si un pastel no está como debe, sentimos que nos dan un hachazo en la espalda. Ese nivel de exigencia lo compartimos todos en casa.

Después, me rodeo de un equipo que para mí también es familia. No todo es un camino de rosas, claro, pero tenemos gente que lleva con nosotros muchísimos años y conocen de memoria cómo funcionamos. Con solo verme entrar por la puerta ya saben cómo estoy y lo que necesito. También tenemos gente nueva, como en todos los sitios, pero la base es sólida, de confianza, y eso hace que nos ayudemos mucho entre todos.

Intentamos mantener un ambiente humano, más que laboral. Evidentemente con tanta gente siempre puede surgir algún roce, porque cada uno venimos de un sitio distinto, pero si pongo la balanza, la familia —tanto la de sangre como la del obrador— gana de calle.

Y luego están los amigos, que también me apoyan y me quieren mucho, incluso los amigos de mis padres que los siento ya como propios. Todo ese entorno me da mucha fuerza.

Al final, el listón aquí en Alcázar lo hemos puesto muy alto, y los clientes cada vez son más exigentes. Por eso necesito un equipo comprometido y profesional, que sepa responder en cualquier momento. Y lo hacen. Eso es un lujo y es gracias a estar rodeado de la gente adecuada.

  • Entre el arte que emociona y la ciencia que exige precisión, ¿cómo concibe la pastelería: un acto creativo que nace del alma o una disciplina donde el rigor lo es todo?

La pastelería es complicada, no es algo que suceda por casualidad. Por eso hay que estudiarla, para entender el porqué de cada cosa.

Para mí, la pastelería es una disciplina, y también un arte. Con azúcar, huevos y técnica, puedes crear un bizcocho de la nada: controlar la temperatura, la humedad… todo influye. Cada detalle cuenta. Es un arte de técnica, de constancia y de precisión, porque la pastelería es química: si te pasas un gramo, puedes arruinarlo todo.

  • Programas de televisión como Bake Off o MasterChef han acercado la repostería a millones de espectadores ¿Suele inspirarse en ellos para sus creaciones o los ve más como entretenimiento ocasional?

Me inspiro poco en esos programas, Alfonso, pero aprendo un montón. Aprendo mucho de los jueces, de cómo evalúan, de lo que piensan. A mí me gustan mucho los programas de cocina; de hecho, los veo bastante: MasterChef, Bake Off, Top Chef… incluso Pesadilla en la Cocina de Chicote. Será espectáculo, pero a mí me encanta. Además, me sirve para observar, para aprender.

Al final la televisión tiene que captar audiencia y poner un poco de espectáculo, sí. Pero también me gusta, porque luego llegan clientes que me dicen: “Quiero hacer un bizcocho así, porque lo he visto en la tele”. Entonces, aunque sea espectáculo, sirve para despertar interés y motivar a la gente a cocinar.

Estos programas de gastronomía y pastelería me gustan porque fomentan la creatividad y la pasión por el dulce. Reconozco que la pastelería es un capricho: perfectamente puedes pasar un día sin una napolitana de chocolate, pero no sin un kilo de lentejas para la semana. Esto es un lujo, hay que hacerlo bien, con cuidado. Y si la televisión ayuda a dar visibilidad a los pasteleros, panaderos y chocolateros, ¡bienvenido sea!

  • El Roscón de Reyes Solidario de La Rosa es ya una tradición muy esperada en Alcázar de San Juan. Para usted, ¿qué supone mantener viva esta iniciativa cada año y qué es lo que más disfruta de una cita tan especial?
Talentos de nuestra tierra: un diálogo con Jesús Quirós Cortés.

El de Alcázar es el roscón más grande de Castilla-La Mancha. Y lo primero que quiero decirte es que aquí el roscón se hace al día: nada de empezar en noviembre, congelar y luego revivir. Nosotros empezamos a elaborarlos del 2 y hasta el día 6 de enero. Alguno puede caer antes, si alguien lo pide para Nochebuena o Nochevieja, pero la tradición en la casa es clara: el roscón es para esas fechas, y se hace fresco.

El de la calle es un roscón solidario que cada año crece más, y que hacemos con la misma receta de siempre, la de casa. Nada cambia: la masa, el sabor, el cariño. Lo rellenamos de nata, y este año queremos probar a meter también algo de crema, que la gente lo pidió el año pasado.

Lo bonito es que lo preparamos en plena vorágine de Navidad, cuando más trabajo tenemos. Y aun así lo hacemos porque merece la pena: son ya 17 o 18 años con esta tradición. Al final se ha convertido en una cita navideña de Alcázar. La gente viene, toma un café, aprovecha para hacer una compra de Reyes de última hora en alguna tienda próxima… y así también apoyamos al comercio y a la hostelería local. Y eso es lo que de verdad nos llena.

Vivencias Compartidas

  • Si hay un carnaval peculiar en Castilla-La Mancha, ese es el de Alcázar de San Juan, una fiesta tan singular celebrada en plena Navidad del que su padre tuvo el privilegio de pregonarlo en 2024. ¿En su caso también participa activamente en dicha celebración?

Pues a mí me encantan los carnavales, Alfonso. Lo que pasa es que, estamos hablando de una persona como mi padre, que los vive muchísimo.Para que te hagas una idea: estábamos en la pastelería, trabajando como siempre, y apareció el concejal a proponerle ser el pregonero de los carnavales y, te lo juro, mi padre se puso como si le hubieran dicho que iba a ser abuelo. “¡Claro que sí, cuenta conmigo!”, contestó emocionado.

Y es que él no solo va a los carnavales, ¡es de los que se disfrazan de verdad! Aquí tenemos el desfile grande y el de mascaritas, que es el más popular, y mi padre siempre se curra el disfraz. Cada año se inventa algo nuevo. Lo disfruta con todo el mundo, porque además nos conocen de toda la vida en Alcázar. Y claro, la gente lo ve y dice: “¡Ahí está Gorrolo, el de la pastelería!”.

Yo lo admiro un montón, porque a él le encanta disfrazarse, pintarse y salir en el desfile. Yo, ese puntito no lo tengo tanto. No me imagino salir en el desfile delante de todo el mundo. Pero luego sí que me junto con mis amigos, nos vestimos todos de princesas —como hicimos el año pasado— y nos tiramos toda la noche de fiesta.

Así que, cada uno lo vive a su manera, pero vamos, a mí me encanta. Estas fechas en Alcázar las disfruto muchísimo, a pesar de que el carnaval coincide justo con Navidad, en plenas fiestas, y como pastelero siempre me toque trabajar un montón.

  • En los pueblos casi todos tienen un mote, y muchas veces se reconoce más por él que por el propio nombre. En su caso, ¿cuál es el origen de “Gorrolo” y qué historia hay detrás de este apodo?

La verdad es que nunca he sabido muy bien de dónde viene exactamente. Lo heredamos por parte de mi padre, de mi abuelo Jesús, y desde entonces todos en la familia llevamos ese mote. En Alcázar nos llaman “los Gorrolos” y siempre ha tenido una connotación positiva: se asocia a gente alegre, cercana, de buen carácter.

Hay motes que a veces sientan mal, pero este nunca. Al contrario, en el pueblo lo dicen con cariño, como si fuera sinónimo de buena persona. Yo creo que debió de nacer con algún antecesor nuestro que se ganó ese aprecio, y con el tiempo se quedó para toda la familia.

A mi abuelo ya ni le llamaban Jesús, era simplemente “el Gorrolo” y a mi padre, por ejemplo, se lo han dicho siempre, sobre todo en el fútbol, que ha jugado en muchos equipos de la zona. A mí quizá me lo dicen menos, pero igualmente me gusta que siga vivo.

Ojalá nunca se pierda, porque es una seña de identidad y, además, un mote que siempre nos ha traído sonrisas.

Talentos de nuestra tierra: un diálogo con Jesús Quirós Cortés.
  • ¿Cómo transcurre una jornada habitual en la vida del mejor chocolatero de España?

Pues como uno más. Aquí arrancamos sobre las 7 de la mañana. Así que a esa hora ya estamos mi padre y yo en el obrador. En Alcázar todavía se sigue vendiendo el pastel y la bollería como antes. No es como el pan que se suele comprar a primera hora de la mañana, mientras que los dulces suelen salir más a partir de las 11 o 12, cuando la gente sale de misa, las abuelas vienen a por su dulce o toca recoger una tarta de cumpleaños.

Y la verdad, yo hago lo mismo que cualquier empleado: me pongo el abrigo, me meto en la cámara de congelación, coloco las cosas, barro, reviso las existencias por si falta algo…

Luego sí que es verdad que ya vas cogiendo una parte más de gestión: no me ves rellenando croissants, porque para eso tengo gente buenísima, pero sí estoy pendiente de que esa gente trabaje a gusto y de que nada falte en la tienda. Al final me ocupo de los postres, de la decoración, de los chocolates, de la bombonería… y de coordinar horarios, pedidos, detalles.

Pero vamos, no se me caen los anillos si toca fregar los platos o hace falta reponer el papel higiénico del servicio. Aquí somos familia, y cada uno hace lo que haga falta.

  • Desconozco si es dado a dar consejos, pero si algún niño o niña le preguntase qué debe hacer para parecerse a usted profesionalmente hablando, ¿qué le diría?

Le diría que nadie te regala nada. Que todo lo que quieran conseguir requiere esfuerzo, constancia y sacrificio. Al final, cada profesión tiene sus batallas: pienso, por ejemplo, en un médico que prepara el MIR o en alguien que se está sacando una oposición. Esa gente sabe lo que es pasarse meses o años estudiando, sin vida social, para después tener la recompensa.

En nuestro caso pasa lo mismo: si te preparas para un campeonato, para un reto o para tu propio negocio, tienes que darlo todo, trabajar muchísimas horas y aprender a tener paciencia. Yo he sido más joven e impaciente, quería estar el primero en todo, en las ferias, en los concursos, en que me llamaran ya… Y con el tiempo me he dado cuenta de que cada cosa llega cuando tiene que llegar, y que hay que estar preparado para ello.

Así que mi consejo sería: lucha por tus sueños, sé trabajador, no tengas miedo a sacrificarte, pero hazlo siempre desde la humildad. Porque aquí en mi casa la humildad se lleva por bandera, y creo que eso, junto al trabajo, es lo que de verdad abre puertas.

  • En Fama, una mítica serie de televisión de los años ochenta ambientada en una escuela de artes escénicas, la profesora de baile se dirigía a sus alumnos en estos términos: “¿Queréis la fama? Pues la fama cuesta, y aquí es donde vais a empezar a pagar… con sudor”. En su caso, ¿a qué ha tenido que renunciar para perseguir sus sueños?

No te quepa la menor duda que el oficio de pastelero exige mucho tiempo y sacrificio. Marcharme a Barcelona en la adolescencia no fue sencillo: aquí en Alcázar era justo el momento de empezar a salir con los amigos, con la pandilla… y tuve que prescindir de alguna pareja que otra, porque las relaciones a distancia no son fáciles.

También se dejan atrás buenos momentos con la familia. Al final tu profesión tiene que convertirse un poco en tu afición, porque si no, ya lo llevas muy mal. Imagínate: dejas a la novia, dejas a los amigos y encima estás amargado en el obrador… imposible.

Pero sí, hay muchos momentos que nos hemos perdido por el trabajo. El otro día, por ejemplo, fuimos a una boda y llegamos los últimos, después del cóctel, porque antes había que dejar terminadas las tiendas. A las comuniones, a los bautizos… siempre llego tarde. Mientras los demás disfrutan, yo aún estoy en la pastelería.

Y claro, da cierta envidia cuando ves a familias enteras que vienen juntas a merendar, diez o doce personas disfrutando. Nosotros también nos juntamos algún domingo, pero somos solo cuatro y comemos rápido, porque a las cinco menos cuarto ya tengo que estar en la tienda.

Eso es lo que más se sacrifica: la tranquilidad y los buenos momentos en familia. Aunque también te digo, dentro de lo que cabe, buscamos nuestras pequeñas escapadas, como ir al Bernabéu con mi padre a ver al Real Madrid, que para nosotros es una fiesta.

  • Con La aventura, Antoñito Molina nos recuerda que “hay que vivir y pensar menos”. En su caso, ¿se siente más identificado con quienes trazan cada paso con precisión o con quienes se dejan llevar con confianza por lo que la vida les depare?

No, no, yo improvisar nada. Soy de los que necesita tenerlo todo controlado al milímetro. Si se me escapa un hilo, ya no estoy tranquilo. Me gusta que todo esté cuadrado: que no falte nada, que nadie tenga que quejarse, que no haya problemas.

Soy de los que piensan que, si yo estoy pendiente de cada detalle, todo funciona mejor y yo mismo estoy más relajado. Al final es eso: tener las cosas controladas en el trabajo, en la familia, con los amigos… Me da paz y me hace sentirme a gusto. Por ejemplo, aunque me toque comer un bocadillo a las cinco de la tarde, no puede faltarme mi Coca-Cola. Eso lo tengo claro.

  • Con septiembre llegan las fiestas en honor a Santa Quiteria tan esperadas por los vecinos, ¿Cómo las vive personalmente?

La vivo bien. Me gusta la fiesta y, por lo tanto, me gusta la feria, a pesar de que tenemos un negocio y una profesión muy, muy, exigente. Tenemos unas obligaciones que cumplir, por ejemplo, este año estamos haciendo unos rosquillos de vino con anís —que es la Virgen del Rosario, la patrona— para aportar un granito dulce. Hemos hecho tres o cuatro mil rosquillos, que a la gente le están encantando.

Uno de mis sueños también sería, pues eso, en plena feria, abrir mi casa, que vengan los amigos y hacer una comilona, una merendola o una cena. Eso a mí me encantaría … Que se puede hacer, sí, pero como digo tenemos unos quehaceres. Pero sí es verdad que la feria me gusta y la disfruto como puedo. Sin ir más lejos, ahora está tan de moda el “tardeo”, dejo todo controlado y salgo con los amigos.

  • ¿Hay algún dulce que le transporte directamente a su infancia?

En realidad, más que un dulce concreto lo que me transporta a la infancia son las tardes en el patio de casa. Teníamos un patio muy grande y allí jugaba con los amigos al balón. Rompimos algún que otro cristal, algún cable de las cámaras de congelación… ¡miles de trastadas! Siempre hubo perros en casa, los soltabas y se montaba una fiesta.

Lo que recuerdo con más cariño es que cada día merendábamos algo distinto. A veces napolitanas, o algo salado como los bocapizzas que todavía seguimos haciendo y vendemos un montón.

Como digo, no es tanto el dulce en sí, sino ese ambiente: la merienda con los amigos, el juego en la calle, acompañar a mi padre a cerrar la tienda y pensar en lo que prepararíamos al día siguiente. Eso es lo que de verdad me sabe a infancia.

  • Si no fuese pastelero y chocolatero, ¿se imagina dedicándose a otra profesión?

Pues mira, la verdad es que no me imagino siendo otra cosa que pastelero, pero de no haberlo sido… me habría encantado ser locutor de radio. Siempre me atrajo contar cosas, narrar partidos de fútbol, vivir ese ambiente. El deporte me gusta mucho, así que me lo imaginaba.

Eso sí, también pasé por la idea de ser torero. De pequeño me regalaron una cabeza de toro y hasta me veía en ese mundo hasta que en la comunión de una prima mía me puse delante de una vaquilla en una capea y, nada más verla, le dije a mi padre: “Ya no quiero ser torero”. (ríe)

  • ¿A quién le haría especial ilusión sorprender o dedicar una de sus creaciones chocolateras?

Pues ahora mismo, lo que me gustaría es sorprender al jurado que tendré el año que viene en la Copa del Mundo. Son ellos los que tengo en la cabeza.

Pero si nos ponemos en el lado de la broma, de la guasa… claro que me haría ilusión preparar algo para algún famoso, un futbolista o un cantante. Imagínate un postre en forma de guitarra, o un balón de chocolate para un jugador. Ese tipo de detalles me divierten mucho.

Hace poco, por ejemplo, en los Premios Onda Cero aquí en Alcázar preparé un micrófono de chocolate y se lo entregué a cada premiado. Ese tipo de gestos me encanta, porque no hace falta hacer grandes cosas para sorprender: lo importante es el detalle y ver feliz a la gente.

Nuestra Tierra en el Corazón

  • ¿Cuál es el paisaje de Castilla La Mancha más inspirador que ha visto y qué sensaciones le evocó?

La verdad es que a mí Castilla-La Mancha me encanta, me vuelve loco. Siempre he estado muy ligado a ella. Para obtener el título de Técnico de Grado Superior, cada alumno tenía que hacer un escaparate con un tema, y yo escogí Castilla-La Mancha. Y en el siguiente Campeonato de España, cuando nos dieron libertad para elegir, yo escogí a Cervantes. Siempre me ha gustado recordar de dónde vengo, lo llevo muy dentro.

Castilla-La Mancha tiene paisajes que, si sabes mirarlos, te remueven por dentro. Por ejemplo, cuando voy por la autovía de los Viñedos, de Alcázar a Toledo, hay una bajada desde la que se ve todo Toledo. Esa imagen es impresionante.

Hace un año me invitaron al Congreso Culinaria en Cuenca, y nos hospedamos en el Parador Nacional. Abrías una ventana y veías la Hoz del Huécar; te girabas hacia la otra, y ahí estaban las Casas Colgadas. Alucinante.

  • En su opinión, ¿qué características hacen que nuestra comunidad autónoma sea un destino destacado para visitantes?

Para mí, Castilla-La Mancha lo tiene todo: gastronomía, cultura, historia y, sobre todo, ese sabor a hogar que no se olvida. Viajo mucho, hablo con gente de distintos sitios, y al final siempre llego a la misma conclusión: Castilla-La Mancha es como casa.

En Castilla-La Mancha tenemos rutas, entre otras la del vino, y siempre hay una fiesta que celebrar. Y, todo lo celebramos comiendo y bebiendo. Nuestra gastronomía y en especial nuestro cordero, ha dado un salto impresionante, y perfectamente puede compararse con la de otras comunidades: como las calçotadas en Cataluña o el cocido gallego.

Nuestros familiares que residen en otros lugares de España siempre dicen lo mismo: que venir aquí es un planazo, porque cualquier fin de semana en Alcázar hay algo. San Sebastián, Santa Quiteria, el Roscón de Reyes Solidario, las tortas en sartén, el chocolate con churros… Al final la forma de disfrutar aquí es sencilla: comiendo y compartiendo.

Además, Castilla-La Mancha es historia. Cervantes, sin ir más lejos, tiene aquí en Alcázar su pila bautismal. Esto es La Mancha, con rincones que emocionan.

  • ¿Qué frase o eslogan inspirador compartiría con nosotros para reforzar el orgullo por nuestras raíces y los talentos que nos unen como comunidad?

Pues yo creo que hay que saber siempre de dónde vienes. Yo soy de los que está súper agradecido a sus raíces. Al final, de tus raíces nace tu futuro. Si las conoces y son firmes, sabes hacia dónde vas. Y si esas raíces son buenas, tu futuro difícilmente se descarrila.

Son mis orígenes los que me han dado la fuerza para estar donde estoy hoy. Esto realmente refleja lo que siento.

Alfonso Miñarro López
Alfonso Miñarro López
Ingeniero Técnico en Telecomunicaciones con más de 26 años en Telefónica, experto en redes móviles y fijas. Autor de Acortando Distancias (2020) y conductor del pódcast Un libro, una conversación. Colabora en somosclm.com con "Talentos de nuestra tierra", entrevistando a figuras destacadas de Castilla-La Mancha en ciencia, arte, cultura y deporte.

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