En el sureste de la provincia de Albacete, entre llanuras secas y cielos inmensos, se alza una rareza geológica que parece sacada de otro tiempo: el Pitón Volcánico de Cancarix. No es un volcán cualquiera. Es el único de toda la península ibérica cuya chimenea ha quedado al descubierto por la acción paciente, casi artística, de la erosión. Un capricho de la naturaleza convertido en monumento, donde la roca desnuda nos habla de un pasado ardiente, y el silencio se mezcla con el vuelo de las aves rupícolas.
El Pitón de Cancarix es el resultado de manifestaciones volcánicas que tuvieron lugar hace más de siete millones de años. Desde entonces, el viento, el sol y el tiempo han ido esculpiendo el paisaje hasta dejar al desnudo el corazón mismo del volcán. Lo que hoy se contempla no es un cráter ni un cono: es el conducto solidificado por donde ascendía el magma, una estructura que normalmente permanece oculta bajo toneladas de sedimentos.
Un pitón volcánico es precisamente eso: el esqueleto de un antiguo volcán. Cuando la actividad cesa, el magma que quedó atrapado en el conducto se enfría y se convierte en una masa de roca extremadamente dura. Con el paso de los siglos, la erosión elimina los materiales más blandos de la montaña, dejando expuesta esta columna de roca que resistió al tiempo. En Cancarix, este fenómeno se puede observar de forma clara, convirtiendo el lugar en un aula geológica al aire libre.

Visitar este enclave es mucho más que una excursión: es una travesía por la historia profunda de la Tierra, una caminata entre formas caprichosas y ecos de lava solidificada. Los cortados verticales, donde anidan especies como la chova piquirroja o el imponente búho real, acompañan al visitante en un paisaje tan árido como fascinante. Aquí viven especies que no se ven en otros rincones de Castilla-La Mancha: reptiles como la culebra bastarda, el lagarto ocelado, y aves como el mochuelo o la collalba negra. Incluso entre los matorrales se asoman tímidos el conejo, el erizo y, si hay suerte, algún jabalí.
Los amantes del senderismo encontrarán en Cancarix dos rutas señalizadas para explorar esta joya natural. La primera, más corta y de baja dificultad, conduce hasta un afloramiento volcánico secundario a través de una repoblación de pino carrasco. Son apenas 700 metros de trayecto, unos 30 minutos de paseo, pero con recompensa: la singular disyunción en bolas, una estructura geológica que recuerda a enormes esferas de piedra, formadas por el enfriamiento de la lava.
La segunda ruta es algo más exigente, de 4 kilómetros y unas dos horas de duración. Sube por la ladera sureste del volcán hasta una antigua cantera, desde donde se contemplan vistas espectaculares sobre la llanura. En el camino, varias paradas interpretativas ayudan a comprender la estructura y el origen del volcán, formado hace millones de años.

El acceso es libre. Basta con tomar la salida 75 de la A-30 (Albacete-Murcia) y seguir la carretera CM-9320 en dirección a Agramón. A 1,5 km se encuentra el panel informativo que marca el inicio de esta aventura.
Aunque la naturaleza aquí se impone en cualquier época, el clima semiárido hace que cualquier mes del año sea bueno para dejarse sorprender por este coloso dormido. Solo hace falta ropa cómoda, agua, y ganas de dejarse llevar por un paisaje que parece hablar en voz baja de los fuegos que un día lo crearon.