La historia conocida tiene también una “intrahistoria”, con cientos de anécdotas curiosas sobre los distintos personajes históricos, anécdotas que, si bien no afectaron al desarrollo de la historia en sí, son una información divertida que nos puede dar una idea del carácter y forma de ser de ciertos personajes, que sí fueron importantes dentro del desarrollo de nuestra historia.
Hay ciento de anécdotas muy curiosas y divertidas, que creemos que pueden ser del interés de nuestros lectores, por eso hemos creado esta sección que llamaremos “Curiosidades de la historia” en la que cada semana contaremos una pequeña y curiosa anécdota sobre algún personaje histórico.
Voltaire: la fina ironía
Francoise-Marie Arouet, más conocido como Voltaire (1694 – 1778), fue un escritor, filósofo, historiador y abogado francés del siglo XVIII, y uno de los más importantes representantes del movimiento social de su época, la llamada Ilustración, también fue un conocido militante de la francmasonería, y un gran defensor de la libertad individual. Se cuentan cientos de anécdotas sobre este filósofo, las cuales hacen gala de su ingenio e ironía.
Una vez, un escritor novel envió a Voltaire un drama que había escrito con el ruego de que le diese su opinión. Voltaire lo leyó pero el tiempo transcurría y nada le comentaba a su autor, quien un poco mosqueado, le preguntó si tenía alguna dificultad para responder con su opinión. Ante la insistencia del escritor novel, Voltaire le contestó: “Escribir una obra como la que usted ha escrito no me parece difícil. Lo que me parece muy difícil es decirle al autor la opinión que la obra merece”.
En una ocasión, el filósofo fue invitado a una orgía, y la curiosidad por nuevas experiencias le hizo aceptar la invitación. Según sus palabras la orgía fue una interesante y sabia experiencia en la que aprendió mucho, lo cual hizo que le volvieran a invitar, pero este rechazó la invitación con estas palabras: «Mis buenos amigos, una vez es filosofía, dos veces es perversión»
Federico II de Prusia se declaraba admirador de Voltaire, aunque a veces este le había hecho objeto de sus sátiras. Cierta vez que habían invitado al filósofo a cenar, el monarca dejó sobre el plato que correspondía a Voltaire una tarjeta que decía: «Voltaire es el primero de los asnos. Federico II«.
Voltaire vio la nota y sin inmutarse, simplemente, la leyó en voz alta ante el resto de comensales:
–Voltaire es el primero de los asnos. Federico, el segundo«.
Voltaire tenía fama de ateo, aunque era más bien agnóstico. Un día el escritor se descubrió ante el paso de la imagen de un cristo, y el amigo que le acompañaba se extrañó de ese hecho, a lo cual el filósofo afirmó: “Cristo y yo nos saludamos, pero no nos hablamos”.
