El pintor Antonio López reconoce que hace tiempo hizo una lista de todos los cuadros que tiene en su estudio sin acabar, y que eran aproximadamente unos cien, pero la lista ha engordado desde entonces: «Es que empezar es un placer y cuesta muy poco», explica irónico a EFE.
«Cuando hay algo que me resulta tentador, voy hacia él y lo comienzo y lo dejo ahí esperando poderlos seguir, pero hay cuadros que no se podrán seguir nunca, se quedarán ahí», ha explicado el artista a EFE.
El pintor de Tomelloso (Ciudad Real) participa desde este viernes en la exposición «Más allá del realismo: Arte figurativo de China y España», en el Palacio Real de Madrid. La muestra es una exposición conjunta de artistas chinos y españoles que reflexiona como ambos grupos han abordado la pintura realista.
López participa con dos piezas, una de ellas es su famosa vista de la Gran Vía madrileña y otra es justo un cuadro sin terminar de la misma calle.
¿Cómo decide cuál cuadro tiene que continuar? «Es porque el tema me llama o porque me lo hace posible. Si el tema es muy corto, como son unas flores, pues a la semana siguiente ya no hay flores -argumenta-, pero cuando es la calle, pues hay que esperar al año siguiente».
El artista tiene cuadros comenzados de vistas de las ciudades de Barcelona, Sevilla, Tomelloso y Madrid. Este año volverá seguro a la Ciudad Condal para continuar los cuadros que comenzó allí hace poco.
Salir al exterior, reconoce, le motiva mucho para trabajar. «Necesito esa cercanía con las cosas y con la gente».
Otra de las cosas que más le gusta es ir a ver cuadros de otros artistas. Ya ha visto tres veces la de Isabel Quintanilla en el Museo Thyssen por puro placer, y todavía tiene pendiente ir a ver ‘Bodegón con cidra, naranjas y rosa’, de Zurbarán, que visita estos días el Museo del Prado y habitualmente está en Los Ángeles.
«Ese bodegón es como un retrato de España. La mejor parte de lo español está en ese cuadro. La cercanía, el amor, la vida, la falta de pretensiones. Todo, todo lo mejor está ahí -añade-. Su belleza, la religiosidad, no de los dioses, sin el afecto a la vida. Es como un altar».
López se reconoce un completo admirador de Velázquez, un pintor que es como ese bodegón de Zurbarán por lo que significa «para la pintura española».