Como todos los años, llega el mes de febrero y nuestros campos enriquecen su monotonía cromática con el suave violeta de la flor del romero y los blancos níveos (a veces rosáceos) de la flor del almendro. El almendro (prunus dulcis) está muy presente en nuestros campos, de forma dispersa y semi-salvaje, aunque cada año que pasa vemos más plantaciones de este árbol frutal tan nuestro, y es en estas plantaciones donde el espectáculo floral es insuperable.
Esta floración invernal tiene sus riesgos, ya que en La Mancha suelen ser habituales las heladas a finales del invierno, y recordemos que aún falta más de un mes para el final de esta estación. A pesar de todo ello, no podemos negar que el almendro es un árbol emblemático de nuestra tierra y que embellece nuestros campos, además de darnos uno de los frutos más importantes a nivel culinario, y que es fundamental en nuestra cultura gastronómica.
Erróneamente se ha creído que los árboles que daban almendras amargas eran algunos de los almendros salvajes. Sin embargo, no es así, y en todas las plantaciones suele haber un pequeño porcentaje de “almendros amargos”. La ciencia ha estudiado el fenómeno de estas mutaciones y, aunque aún perdura parte del desconocimiento, han llegado a la conclusión de que es un mecanismo de la naturaleza para la propia autoprotección de los mismos almendros, ya que evitan plagas, algo muy común en los grandes espacios de monocultivo.
Otra curiosidad en estos días es el hecho de que vemos algunos almendros con flor blanca y otros con color rosado. Las diferencias de matiz cromático están en la variedad, y suelen ser las blancas las primeras en aflorar. Al correrse el riesgo de las heladas cuando el fruto está empezando a nacer, se han ido creando variedades de floración más tardía.
Este árbol fue introducido por los fenicios, y siglos más tarde los árabes de Al-Andalus promocionaron su cultivo. A pesar de considerarse un árbol mediterráneo, que se cultiva en mayor proporción en las zonas costeras mediterráneas, el cambio climático está haciendo que su cultivo se vaya masificando en Castilla-La Mancha. En nuestra tierra siempre ha sido un árbol muy común, y se encontraban por doquier almendros aislados por toda la región, aunque eran almendros salvajes. Por eso, este humilde cronista considera que el almendro, junto a la encina, son los dos árboles más emblemáticos de La Mancha.
El romero, por otra parte, es uno de los arbustos más comunes en nuestra región, además de todas las zonas mediterráneas. Hace unas décadas, el romero comenzaba su floración a principios de otoño, paraba en los meses más fríos (diciembre y enero), y continuaba en febrero y durante los meses de marzo y abril. Actualmente, debido al cambio climático, el romero tiene cada vez una floración continuada, que solo para en los meses más calurosos. Sus flores son de un color azul violeta claro muy característico, aunque también pueden ser rosas, incluso blancas. No obstante, las flores del romero salvaje son malvas o violeta claro.
Esta planta no deja de sorprendernos por la cantidad de beneficios que tiene para la salud, puesto que tiene efectos diuréticos, antiinflamatorios, anticelulíticos y antioxidantes, pero la ciencia sigue investigando para descubrir muchas más propiedades de sus componentes. Además, se utiliza en gastronomía y en cosmética, así como para hacer perfumes.
Podemos, sin lugar a dudas, afirmar que estamos ante dos plantas emblemáticas de nuestra región, y que en el mes de febrero nos ofrecen su máximo esplendor. Dos plantas que además nos dan muchos beneficios, aparte del puramente estético.