Siempre deberemos hablar de esto. Incluso de alcanzar el ansiado momento en que no hubiese ni un solo caso de violencia o de discriminación hacia mujeres y niñas, pienso que habremos de seguir haciendo pedagogía y educación, para que esta lacra jamás vuelva a sacudirnos. Por eso me conformo con que seamos capaces de desestacionalizarla, de mirar más allá de los ‘25 de noviembre’ para que cada día hablemos de ella y esté en la agenda pública, con más medidas que hagan que no siga calando hasta los huesos a nuestra sociedad, truncando vidas y sueños.
Este año ya son 52 mujeres asesinadas. 1.237 desde que hay registros oficiales (hace dos décadas) y, entre tanto horror, una alarma mayor acecha: el hecho de que la violencia que sufren mujeres jóvenes (de entre 16 y 18 años) ha crecido más de un 87% según la Fundación Anar.
Por tanto, hablamos de cosas muy serias que no debemos banalizar. Estamos hablando de ‘violencia de género’, y no podemos rebajarle ni quitarle apellidos. No vale con decir que ‘estamos en contra de todas las violencias…’; por supuesto que lo estamos, pero hay una que es especial.
España hoy no tiene un problema de terrorismo. O sí: tiene un problema de terrorismo machista. España no tiene un problema generalizado de violencia en las calles; pero sí tenemos uno, gravísimo, de violencia contra las mujeres.
Y, sin banalizar (porque no son todos), no se puede negar que hombres agreden a mujeres porque creen que tienen algún tipo de derecho sobre ellas. Pero este no es un conflicto de hombres contra mujeres, si no de machistas contra el resto de la sociedad. Lo tenemos que decir claramente y combatir firmemente.
En todas las sociedades que se precien de ser avanzadas hay tipos penales agravados para casos especiales de violencia. Por tanto, hacer demagogia y decir que ‘estamos en contra de cualquier violencia…’, es como no decir nada. No podemos permitir más trampas al lenguaje, porque jamás la equidistancia será igualdad y, por supuesto, nunca será solidaria.
En un contexto de crispación y populismo crecientes, debemos ser contundentes contra el negacionismo, porque la realidad es la que es y así hay que contarla. Son necesarios todos los esfuerzos que seamos capaces de reunir, con instituciones y administraciones al frente de la sociedad articulada, para llegar a tiempo y evitar más muertes. Sumando fuerzas, mentes, manos, corazones y recursos a la causa de la Igualdad y de la férrea defensa de los Derechos Humanos.
Es importante poner el foco en todas las formas de violencias que sufren las mujeres y, sobre todo, ponerlo sobre los agresores y no sobre ellas. Trabajar, más y más, para que cada institución sea una puerta de entrada para las víctimas y no un lugar más en el que ser señaladas. Y es básico no perder de vista que ésta es una cuestión social, que nos afecta como tal, nos incumbe como tal y nos apela como tal, y que hemos de parar como tal porque, ante la violencia machista, no caben ni la indiferencia, ni la pasividad, ni la neutralidad que nos hacen cómplices.
La Diputación de Albacete está decidida, no sólo a ser un motor para este impostergable cambio social, sino un amplificador que facilite que cada ayuntamiento sume esfuerzos desde cada punto de una provincia que dice ‘no’ a todo tipo de violencias machistas.