Se está dando la curiosa situación en la que, por ostentar la propiedad privada de la tierra, algunos de nuestros vecinos consideran que el agua, lejos de ser un bien público, les pertenece en exclusiva.
Claro que esto no es nuevo y viene de lejos.
La privatización de este recurso, que en buena medida está en manos de multinacionales como Nestlé, Heineken, etc., ha convertido en un floreciente negocio la venta de agua para uso doméstico y en la cocina. Esto está unido a la desidia de las administraciones locales y regionales, que no procuran agua de calidad, favoreciendo de esta forma el consumo de agua envasada. Las consecuencias medioambientales de esta inacción son claras: residuos, consumo de combustible, entre otros. Las consecuencias sociales son igualmente evidentes. Los más desfavorecidos nunca accederán a agua saludable. Pensemos en los niños.
En el entorno del río Bullaque, se está dando una curiosa controversia entre la naturaleza, un bien público, y los regantes, intereses particulares de unos pocos. Poco hay que objetar en contra de la agricultura, que produce los alimentos que necesitamos.
Pero no estaría de más que los terratenientes y perceptores de la PAC, que pagamos entre todos, pensaran en cultivos algo más racionales y socialmente provechosos. Se tiende a lo intensivo con prácticas extractivas, que harán cada vez más difícil la vida en ciertos territorios.
Estos días, la asociación Bullaque Vivo está desarrollando un programa de actividades que incluye música y poesía, además de su tradicional baño en el río en los años que lleva agua, que no son todos.
El primer edil local de El Robledo opina que no se pueden exhibir pancartas que anuncien el evento. Parece mentira que alguien que ha hecho un camino inverso al de la exalcaldesa de Pamplona, de un trabajo digno en la limpieza viaria a ocupar el puesto de alcalde. Pero para eso está la democracia.