El Día Internacional de las Mujeres Rurales es una conmemoración reciente e inmensamente necesaria para visibilizar y reivindicar el papel desarrollado por las mujeres en el medio rural y para introducir entre las prioridades de la agenda política su realidad y dificultades.
Este día fue establecido por la Asamblea General de Naciones Unidas en diciembre de 2007, celebrándose por primera vez el 15 de octubre de 2008, con el objetivo de reconocer “la función y contribución decisivas de las mujeres rurales, incluida la mujer indígena, en la promoción del desarrollo agrícola y rural, la mejora de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza en el mundo rural”.
Nuestra sociedad no puede abordar los grandes retos de hoy y de mañana como el demográfico, el cambio climático, la digitalización o la transición ecológica sin situar en el centro del análisis y de la toma de decisiones a las mujeres, motor de desarrollo y de continuidad de la vida en las pequeñas localidades, determinantes para la vertebración territorial y social de nuestros pueblos, principal vector para la innovación y el emprendimiento rural, agentes de cambio para su desarrollo sostenible.
En el PSOE trabajamos para favorecer el arraigo femenino a lo rural, para terminar con las múltiples desigualdades que sufren las mujeres en nuestros pueblos más pequeños, donde los estereotipos de género se manifiestan con especial intensidad, donde la violencia machista lleva aparejadas dificultades específicas como la falta de anonimato de las víctimas, el aislamiento, la dispersión o la carencia de recursos que hacen aumentar su vulnerabilidad.
Según publicaba FADEMUR en su Observatorio de Violencia de Género en el medio rural, en el año 2022 el 34,21% de las mujeres asesinadas residían en municipios de menos de 15.000 habitantes. Por todo ello, la renovación del Pacto de Estado contra la violencia de género debe contemplar medidas específicas y un plan de intervención de lucha contra esta lacra, que garantice recursos, dispositivos de ayuda y protección a las mujeres en las zonas rurales.
Es fundamental incorporar políticas públicas de Igualdad entre mujeres y hombres, y fomentar las buenas prácticas en cada medida implementada, persiguiendo promover la plena integración de las mujeres en la vida política, social y económica, favoreciendo su presencia en los espacios de toma de decisión e impulsando su liderazgo. No debemos dejar de reivindicar la necesidad de un mayor empoderamiento, porque las mujeres dinamizan las sociedades rurales, protagonizan el asociacionismo y la participación en un medio masculinizado y envejecido. Somos fundamentales para revitalizar nuestros núcleos rurales, somos garantía de pervivencia y sostenimiento.
Las mujeres estamos llamadas a jugar un papel esencial en el principal sector económico de las áreas rurales, el agrario, y en el modelo de agricultura familiar y profesional que defendemos. Así, por ejemplo, por primera vez en la historia, gracias a la reivindicación del Gobierno de España, la Política Agraria Común (PAC) ha incorporado la perspectiva de género para reducir una brecha más acentuada por la complejidad de ser mujer y vivir en el medio rural, favoreciendo la incorporación de mujeres jóvenes, impulsando la efectividad de la Ley 35/2011, sobre titularidad compartida de las explotaciones agrarias a través de la que se ha producido este año un incremento del 50% en el presupuesto para sufragar los costes de las cotizaciones sociales de la empresa agraria en la que los derechos y las obligaciones son las mismas para ambos miembros de la pareja.
Hemos sido las mujeres las transmisoras de las costumbres y de la cultura; hemos compartido el trabajo de la tierra, de la ganadería, cargado con la responsabilidad del cuidado de las familias, de la crianza de hijos e hijas y de la atención a las personas mayores; hemos contribuido a la economía y al desarrollo de nuestros pueblos sin el reconocimiento formal, el que llega por la vía de los derechos y la valoración social; y hemos sido invisibilizadas durante siglos. Ya no queremos ser mujeres sacrificadas, mujeres que renuncian, mujeres heroínas como lo eran nuestras abuelas y nuestras madres, queremos oportunidades, empleo y recursos públicos que nos faciliten un proyecto vital.
Necesitamos nuevas ruralidades, modelos cargados de feminismo, agroecología, cultura, diversidad, que tengan memoria, identidad y también otros aprendizajes que nos lleven de la mano a mujeres y hombres en igualdad hacia donde podemos y queremos llegar, porque como dice Geena Dunne Anderson: «El feminismo no se trata de hacer más fuertes a las mujeres. Las mujeres ya son fuertes. Se trata de que el mundo perciba esa fuerza».