La sequÃa actual está obligando a los agricultores españoles a adoptar medidas que, a largo plazo, pasan por cambiar los cultivos allà donde sea posible, reduciendo los que necesitan mucha agua como el arroz y optando por otros como los frutos secos.
Este año se están superponiendo tanto la sequÃa meteorológica, producida por la escasez continua de precipitaciones, como la de tipo agrÃcola, marcada por el déficit de humedad en el suelo.
Esto afecta a los cultivos de secano porque no llueve y a los de regadÃo (más del 60 % de la producción) porque se deben recortar sus dotaciones de agua ante el constante descenso del nivel de los embalses por debajo de lo normal, algo propio también de la sequÃa hidrológica.
Muchos productores han visto una merma en sus producciones y un incremento en sus costes; y se debaten entre sembrar en una menor superficie o incluso dejar de hacerlo si no les sale rentable.
MEJORAR LA ADAPTACIÓN
El agrónomo del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Centro y Canarias Julián MartÃnez recuerda que la agricultura española es «una de las más desarrolladas del mundo» y está «muy bien adaptada» a las condiciones climáticas y los recursos disponibles, pero debe adecuarse todavÃa más a los episodios cÃclicos de sequÃa, cada vez más recurrentes e intensos.
Considera que los productores de secano no pueden hacer mucho más allá de intentar mitigar las pérdidas gastando menos en la recolección o la fertilización.
Mientras, en el norte del paÃs, la parte más húmeda, disminuyen los pastos y aumenta el precio de los forrajes para los ganaderos.
En cuanto a la agricultura de regadÃo, esta depende del agua de los embalses y los acuÃferos, pero también de la desalación y la depuración, opciones que se están promoviendo en tiempos de sequÃa.
Además de mejorar la eficiencia del riego, MartÃnez apunta que en ese terreno sà puede haber modificaciones en los cultivos, ya que algunos como el arroz no van a poder regarse, con las pérdidas económicas que esto supone.
En el Bajo Guadalquivir, por ejemplo, los regantes van a dejar de regar el algodón y el tomate, los dos grandes cultivos de verano, y si el próximo año persiste la sequÃa tendrán que concentrar el agua disponible más en cultivos de invierno y primavera como el trigo y la remolacha, que solo necesitan unos riegos de apoyo, explica el experto.
Señala que, a largo plazo, tienen más potencial los árboles que requieren menos agua como el pistacho o el almendro, cultivos de alta rentabilidad que han tenido grandes inversiones en los últimos años.
Ha ocurrido en AndalucÃa, donde también en los últimos años se ha sustituido el cultivo de maÃz por el de hortalizas, frutales y olivar.
MartÃnez añade que el olivo está haciendo «esfuerzos tremendos» regando con muy poca agua por goteo, al igual que la fruticultura, donde se aplica el riego deficitario en los momentos más crÃticos para salvar las plantaciones.
PLANIFICACIÓN A LARGO PLAZO
El profesor de Producción Vegetal de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) Carlos Hernández coincide en que, si hay menos agua, el agricultor puede optar por cultivos que consuman menos ese recurso, pero en casos como el olivar o el viñedo es más complicado, al ser cultivos leñosos o permanentes que requieren unas dotaciones mÃnimas.
Sobre los esfuerzos actuales para combatir la sequÃa en el campo, Hernández ve «muchas medidas de emergencia», pero echa de menos otras «más estructurales para garantizar el suministro», entre las que destaca un pacto de Estado sobre el agua y no solo a nivel de las cuencas hidrográficas.
Cree necesario hacer una planificación hidrológica con un horizonte temporal «muy amplio», no solo inversiones cada tres o cuatro años, y llama a aplicar esa visión estructural a la modernización del regadÃo y a la revisión del reparto del agua entre los distintos usos.
Hernández recomienda avanzar en las previsiones meteorológicas para que los agricultores de secano puedan tomar mejores decisiones y, en el caso del regadÃo, optar si se puede por productos de más valor añadido como las hortalizas, frutas y verduras, que pueden suponer una «ventaja en condiciones de menor disponibilidad de agua».
Los expertos insisten también en la necesidad de emplear el riego de precisión, reutilizar el agua en el campo, reducir las pérdidas por evaporación, ajustar los calendarios agrÃcolas a las nuevas condiciones y seleccionar variedades con menos necesidades hÃdricas y más tolerancia al calor y la salinidad.