Desde hace unos 66 millones de años, los dinosaurios dejaron de habitar la Tierra tras su extinción. Aunque viajar al pasado es misión posible (al menos a día de hoy), sí que existe un método para conocer más de cerca la época en la que estas especies andaban a sus anchas por el planeta. Todo esto en un viaje que puede comenzar desde Cuenca.
El Museo Paleontológico de Castilla-La Mancha, ubicado en la capital conquense, es un destacado centro de paleontología que reúne fósiles encontrados en la región, aunque con especial hincapié en los yacimientos de Las Hoyas y Lo Hueco. Inaugurado en 2015, cuenta con una colección de más del 95 % de piezas originales, muchas de ellas siendo holotipos únicos. Esto significa que los visitantes tienen la oportunidad de acercarse a especies que no podrán ver en ningún otro lugar.
Entre los fósiles más notables se encuentran los de dinosaurios como Iberomesornis, Concornis, Eoalulabis, Pelecanimimus, Spinolestes, y Concavenator. Además, el museo evoluciona continuamente, ya que cada cierto tiempo se añaden nuevas piezas y recursos expositivos. Todo ello reunido en un amplio edificio con una singular arquitectura, que se asemeja a una mano abierta, y que se integra armoniosamente en el paisaje de Cuenca.
Una visita al MUPA, como se le conoce también, permite dar un paseo entre una variedad de figuras a tamaño natural de dinosaurios y otros reptiles y mamíferos encontrados en Castilla-La Mancha. Al aire libre también se pueden encontrar recreaciones de dinosaurios como Abelisaurus, Pelecanimimus, Concavenator, Iguanodon y un cocodrilo Goniopholis, además de un tronco fósil original de Dadoxylon.
Cabe mencionar que las exposiciones se dividen en diez ámbitos que permiten realizar un recorrido cronológico desde los fósiles más antiguos del Paleozoico hasta los más modernos, incluyendo homíninos cuaternarios.
El MUPA es un reclamo turístico de Cuenca, pero la visita a la ciudad castellanomanchega se puede completar con otros atractivos. Algunos de ellos son las Casas Colgadas, famosas por sus balcones que sobresalen sobre el río Huécar; y la Plaza Mayor, que es el centro neurálgico de la ciudad, rodeado de coloridos edificios de fachadas.
A esto habría que sumar los Miradores de Cuenca, que ofrecen vistas panorámicas a los ríos Júcar y Huécar, así como a la ciudad y su entorno montañoso. La Catedral de Santa María y San Julián, que data de 1177, es notable por su fachada gótica y sus más de 20 capillas internas.
El Puente de San Pablo es otro de los lugares destacados de la ciudad, y ofrece espectaculares vistas de las Casas Colgadas y el entorno natural. La visita también puede incluir en su itinerario un recorrido por el barrio de San Martín, conocido por sus «rascacielos» medievales; la Torre de Mangana, un monumento histórico; y el Paseo del Huécar, ideal para disfrutar de la naturaleza y la gastronomía local.
Para los interesados en explorar más allá de la ciudad, hay excursiones disponibles a lugares como el castillo de Belmonte, los molinos de Mota del Cuervo y varios yacimientos romanos. Tampoco hay que olvidar, si es posible, visitar La Ciudad Encantada, situada en el Parque Natural de la Serranía de Cuenca, famosa por sus formaciones rocosas modeladas por la erosión.