Como ya es tradición, anoche a las 00:00 en punto comenzó la tradicional pegada de carteles de la campaña electoral. Muchas personas, sobre todo los “millennials”, consideran que es algo absurdo, ya que en los tiempos de las redes sociales este medio de comunicación no tiene sentido, y además se gasta mucho papel. Sin embargo, los ayuntamientos montan vallas y paredes efímeras para que los partidos políticos expongan sus carteles de propaganda electoral, donde suele aparecer la foto del candidato. Además, los partidos con más poderío económico alquilan vallas publicitarias. Lo cierto es que lejos de ser un medio de propaganda obsoleto, la presencia de carteles publicitarios sigue siendo fundamental.
Los partidos políticos son conscientes de que la presencia en la calle de su propaganda sigue siendo efectiva, y por eso durante la campaña electoral cada varios días hay pegada de carteles. Siempre hay fanáticos que arrancan los carteles de los que no son de su “secta”, y para todos los partidos es muy importante la presencia en las paredes y su visibilidad en las calles.
Pero independientemente de la efectividad de los carteles hay toda una simbología en ello, pues es la misma imagen de nuestra democracia. Esta tradición de comenzar la campaña electoral con los líderes pegando los carteles viene de las primeras elecciones democráticas de la transición. Durante la dictadura, las paredes solo se usaban de forma clandestina para hacer reivindicaciones políticas en forma de pintadas, con mensajes cortos como “Abajo la dictadura”. Quienes las hacían se exponían a pasar varios años en la cárcel. Creo que fue Enrique Tierno Galbán quien en la primera campaña electoral de 1977 dijo aquello de: “Hoy por fin ya no tenemos que hacer la pintada y salir corriendo, sino que dejamos en estas paredes nuestro mensaje para que todos los españoles decidan”.
La pegada de carteles es una bonita tradición. En muchas ciudades y pueblos se hace de manera conjunta, en un ambiente distendido y festivo, un buen preludio para algo que terminará convirtiéndose en una guerra sin cuartel. Siempre hay malos ejemplos de espíritu democrático, por eso a mí me emociona esa imagen de todos los cabezas de lista juntos y sonrientes, y me hace soñar con un mundo más tolerante en el que la política sea de verdad el arte de conseguir el Bien Común.
Un año más, tenemos aquí una nueva campaña electoral, y aunque a mucha gente le moleste tendríamos que recordar que hace solo 50 años los españoles no podíamos decidir quién queríamos que nos gobernase. Puede que el sistema no sea perfecto -de hecho, es bastante imperfecto-, pero al menos podemos ver carteles con la imagen de los líderes políticos de todas las tendencias ideológicas, y teóricamente nadie tiene necesidad de lanzar consignas con un spray en una pared (otra cosa son las acciones artísticas). Por eso, cada campaña electoral debemos celebrarla como una fiesta, y los carteles serían como el confeti.
Los eslóganes y las promesas son el cotillón de esa fiesta, pero lo que ningún candidato podrá prometer y cumplir será que vengan las tan ansiadas lluvias en este terrible año de sequía. Ojalá vengan esas lluvias y este mes de mayo sea el más lluvioso que nadie recuerde, y que esos carteles electorales se conviertan en “papel mojado”, pues es algo a lo que estamos acostumbrados.
¡Feliz democracia!