Las cuatro monjas cistercienses que quedan en el convento de Santa Ana en Brihuega (Guadalajara) abandonarán definitivamente la localidad briocense el próximo día 27 tras de 400 años en este lugar y después de que la COVID-19 se haya llevado a dos de ellas. Pero lo hacen, no sin antes recibir el homenaje del pueblo briocense, al que se sumará una misa el 26 de este mes, jornada de Santa Ana, que será oficiada por el obispo Atilano Rodríguez.
La pandemia ha sido el punto final que ha marcado la marcha de estas monjas de clausura a una casa asistencial de Madrid. La más joven, la madre abadesa, Sor Isabel, tiene más de 70 años y el convento, debido a sus grandes dimensiones, empezaba a ser más una carga que un lugar para la oración y el recogimiento.
«Nos hemos resistido lo que hemos podido, pero ya saben lo que hemos sufrido últimamente con la COVID. No hemos tenido más remedio, pero os llevaremos a todos en el corazón». Con estas palabras mostraba este domingo la madre abadesa, Sor Isabel, el sentido de las cuatro longevas hermanas que han pasado la pandemia entre estas cuatro paredes, recibiendo todo el apoyo del pueblo cuando lo han necesitado.
Las monjas del Jardinillo, como les gustaría que se las recordase en su marcha, ya que el convento que primero las acogió estaba en la Plaza del Jardinillo, siempre se sentirán de Brihuega, y el mismo calor humano muestran gran parte de los vecinos del municipio, que viven con añoranza su partida. No niegan que sienten pena por su marcha pero, según palabras de la madre abadesa, siempre llevarán a los briocenses «en el corazón».
Este fin de semana, el Ayuntamiento, con su alcalde, Luis Viejo, organizó un acto de despedida en el que se descubrió un tótem en reconocimiento y recuerdo a las monjas del convento de Santa Ana y a la presencia de esta comunidad en el municipio alcarreño.
También para el regidor es un momento triste. «Nunca han sido un monasterio de clausura. Sus rejas han sido siempre de seda». Estas fueron las palabras del alcalde al referirse a las monjas de su pueblo, unas hermanas que siempre han estado integradas e interesadas en el devenir del municipio, tanto cuando un vecino fallecía como cuando se producía un nacimiento.
En los últimos años han sido varios los conventos de clausura de la provincia de Guadalajara que se han visto obligados a echar el cierre. Uno de ellos, el de Molina, cuyas monjas se trasladaron a Soria, y más recientemente, el de Cifuentes, cuyas hermanas se marcharon también al convento de Sigüenza.