“Sí está es porque sirve” es la respuesta que en la eterna novela de Miguel Delibes, ‘El disputado voto del señor Cayo’, el tal señor Cayo, uno de los últimos habitantes de uno de los pueblos de nuestra España rural, interior y despoblada, da a quienes van a visitarlo desde la capital para pedirle su voto en aquellos años en los que la democracia comienza a dar sus primeros y balbuceantes pasos por este país. Cuando los políticos capitalinos le interpelan sobre el porqué de la presencia de una determinada planta en el campo, su respuesta es la frase que da título a este texto y que mucho tiene que ver con su contenido.
Hoy, 5 de Junio, celebramos el Día Mundial del Medio Ambiente. Sin embargo, en esta ocasión lo hacemos en una situación inimaginable para todos nosotros hace tan solo unos meses. Nos encontramos, como es sabido, confinados (aunque ya en fase 2) debido a una pandemia mundial causada por un coronavirus, que ha ocasionado decenas de miles de muertos en todo el mundo, y con el país en Estado de Alarma, estado este prorrogado por sexta vez (y si toda va bien, última) anteayer en el Congreso de los Diputados.
En este contexto, cobra importancia, si cabe más que nunca, la celebración de este día. Hay varios estudios que afirman que esta enfermedad que nos azota, causada por una zoonosis (enfermedad que se transmite de los animales al ser humano), está directamente relacionada con la pérdida de la biodiversidad.
De hecho, la caza furtiva y la venta de chimpancés como alimento están en el origen al virus del Sida; la deforestación del Amazonas provoca un aumento de mosquitos, lo que favorece la expansión de la malaria; y en la India, se ha relacionado el incremento en el número de casos de rabia con la desaparición de buitres por el consumo de carne contaminada por Diclofenac, por citar sólo algunos ejemplos.
Por todo ello, la ONU para este 5 de Junio concede el protagonismo a la Biodiversidad. Siendo, en este sentido, España el país europeo que atesora una mayor diversidad biológica, con más de 85.000 especies catalogadas, un 50% de las especies animales de Europa y más del 5% de las especies del mundo.
Y una de las líneas directrices de la política del Ejecutivo de Pedro Sánchez y del departamento competente, que es el Ministerio de Transición Ecológica, es la preservación de esta Biodiversidad. La ONU marca entre sus objetivos la protección del 30% de la biodiversidad en la tierra y el océano antes de 2030 y, en este año, España elaborará un nuevo Plan Estratégico de Patrimonio Natural y Biodiversidad.
Asimismo, el Gobierno valorizará los parques nacionales, humedales y los ecosistemas más ricos, que constituyen el reservorio de la biodiversidad y del desarrollo sostenible. Experiencia en cuanto a lo que no se debe hacer tenemos bastante, como demuestra el colapso de uno de los espacios naturales más ricos de este país, el Mar Menor, que se ha visto abocado a la destrucción por presiones urbanísticas y agrícolas unidas a una mala gestión de la administración autonómica murciana.
No obstante, la estrategia medioambiental del Gobierno de España y del PSOE es mucho más amplia y ambiciosa. Al principio de la legislatura el Congreso de los Diputados declaró la Emergencia Climática y recientemente ha llegado a la Cámara Baja el Anteproyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética. Una ley estratégica que se fija como objetivos alcanzar la neutralidad climática en el 2050 identificando al sector energético como una de las principales palancas de descarbonización del país; mejorar la eficiencia energética especialmente vinculada a la rehabilitación de edificios; o sentar las bases para una movilidad sostenible que nos permita vivir en ciudades más habitables y saludables.
Además, el Ejecutivo central ha aprobado recientemente la Estrategia Española de Economía Circular y el Anteproyecto de Ley de Residuos, que pone los cimientos para impulsar un nuevo modelo productivo en el que el valor de los productos, materiales y recursos se mantengan en la economía el mayor tiempo posible.
En definitiva, la crisis ambiental es el mayor desafío que la humanidad tiene ante sí y nos obliga a caminar por terrenos desconocidos, como hemos comprobado con esta pandemia. En España la mayoría del arco parlamentario, salvo discursos irresponsables, totalitarios y excluyentes, ya lo tiene asumido; algunos antes (como las fuerzas de izquierdas) y otros después y a regañadientes.
Y debe ser Europa, la Unión Europea, en este proceso de reconstrucción que estamos iniciando y con ese ‘Green New Deal’, la que marque el nuevo tiempo de esa nueva economía sostenible, respetuosa con el medio ambiente; esa economía solidaria que piense en todos y en todas y que no se deje a nadie atrás. Al tiempo que está llamada a marcar el camino a países totalmente equivocados en este sentido y en manos de otros intereses, como Estados Unidos, Brasil o China.
Concluyo con la mente puesta en el medio rural. Muchos desde nuestro confinamiento estos meses hemos mirado a los pueblos, a esos pueblos casi vacíos o semiabandonados de la España interior. Espero que esta pandemia nos haga replantearnos por qué en una ciudad viven millones de personas, muchas de ellas con una deficiente calidad de vida y sin empleo o con empleo muy precario, y una gran parte de nuestra maravillosa España está abandonada. También por qué están abandonados muchos de nuestros campos, de nuestros pastos, de nuestras vegas, de nuestros bosques, de nuestros cotos.
El señor Cayo, como ustedes saben, era uno de esos hombres de pueblo que tenía el conocimiento ancestral de decenas de generaciones criadas en el campo. Cuando el candidato a diputado a Cortes y su ayudante se suben al coche para volver a la ciudad, aquel comenta a su compañero: “Creo que hemos venido a redimir al redentor”. Es un buen momento para que pensemos todos dónde puede estar la redención.