En estos días tan difíciles en los que el CORONAVIRUS está cobrándose tantas víctimas, y en el que millones de personas en todo el mundo se encuentran confinadas, se demuestra una vez más el valor del capital humano. Un valor que ha conseguido promover actitudes y capacidades positivas frente a una crisis sin precedentes, que está viviendo el mundo entero.
Una crisis sanitaria, social y económica que está rasgando el tejido social. Pero que al mismo tiempo, está demostrando una gran solidaridad en las personas, que no sólo es un imperativo moral, sino que es una contribución al bien común. Los trabajadores y trabajadoras de distintos sectores han cobrado un protagonismo esencial en la lucha contra el COVID19.
El trabajo, el esfuerzo y el compromiso de los profesionales sanitarios, personal de servicios sociales, fuerzas y cuerpos de seguridad, trabajadoras de ayuda a domicilio, de residencias de mayores, conductores de ambulancias, limpiadoras, industria auxiliar sanitaria, trabajadores que limpian las calles, recogida de residuos urbanos, agentes medioambientales, personal de GEACAM, empleados y empleadas de supermercados y tiendas de productos básicos de primera necesidad, farmacias, trabajadores y trabajadoras de la industria agroalimentaria, transportistas, taxistas, docentes, periodistas, trabajadores del campo y de mantenimiento, empleados públicos, y otros muchos, están siendo imprescindibles para combatir esta emergencia sanitaria, económica y social.
Miles de personas se arriesgan todos los días para prestarnos servicios que son básicos. Pelean en 1º línea para salvaguardar las vidas de otras muchas personas, y en especial las de nuestros mayores que son los más castigados por esta pandemia.
Esta crisis sanitaria ha demostrado que invertir en médicos, en enfermeras, en auxiliares sanitarios, en maestros, en educadores sociales, en limpiadores y limpiadoras, y en profesionales de otros muchos sectores, es invertir en capital humano.
Invertir en servicios públicos, no es sólo es invertir en el futuro, que también, sino garantizar hoy una sociedad más sostenible, más cohesionada, y en la que no se quede nadie por el camino. Por eso hay que gestionar bien esta crisis sin precedentes. La situación más difícil que hemos vivido en este país que nos obliga al gobierno y a todos a resolver primero la crisis sanitaria, y pensar ya en el mañana. En esa reconstrucción social y económica que necesitamos después, en la que ya no volverán a valer todas las fórmulas del pasado.
Especialmente, aquellas que recortaron los servicios públicos, la sanidad, la dependencia, la investigación…. Ya que han evidenciado hoy una grave repercusión sobre las personas, sin
distinción de ideologías, ni grupos sociales. Por eso, todos debemos de tener claro que la recuperación no debe darse a expensas de los colectivos más precarios y desprotegidos.
Es el momento de que los gobiernos adopten medidas de protección social, que preserven el empleo, y den respuestas fiscales que impidan que el peso de esta crisis recaiga sobre
quienes menos recursos tengan. Todos tenemos que saber que se necesitan más ingresos para reforzar esas prestaciones sociales que nos hacen más iguales a todos y que son imprescindibles para que muchos millones de personas puedan subsistir con una cierta dignidad.
Es importante salir de esta crisis sabiendo que invertir en servicios públicos es invertir en una sociedad más inclusiva, más igualitaria, y más sostenible. Lo que significa invertir en un futuro mejor para todas las personas y en especial para las generaciones venideras. Es el momento de no dejar a nadie atrás.