Hoy, dÃa mundial contra la LGTBIfobia, quisiera compartir una idea, una inquietud, a la que llevo un par de años dando vueltas. Y sé a ciencia cierta que fue hace dos años cuando esta idea empezó a germinar en mi mente porque recuerdo el momento exacto, el estÃmulo concreto y el impacto que generó en mÃ. Fue algo simple, realmente simple; tan simple como un chico desconocido que portaba una chapa en su camiseta. Era una chapa enorme, con una preciosa bandera arco-iris que el muchacho lucÃa con orgullo. Yo al verla sonreÃ, y me dije que era realmente valiente por llevar una chapa tan grande con la bandera LGTBI, más aún sabiendo las consecuencias que podÃa acarrear definirse abiertamente como perteneciente a ese colectivo. Fue entonces cuando la sonrisa se borró de mi cara y fue sustituida por una inmensa desazón. Era injusto, totalmente deleznable. ¿Por qué el hecho de llevar una chapa con un mensaje totalmente inofensivo debÃa ser un acto de valentÃa? Aún se me encoge el corazón cuando lo pienso.
Han pasado dos años desde ese dÃa, y me apena terriblemente ver que seguimos exactamente igual; de hecho, cada dÃa me encuentro con más personas pertenecientes al colectivo LGTBI que me hablan de las ganas que tienen de irse a Madrid, aunque sea a pasar el dÃa. Que poder ir de la mano con su pareja por la calle, expresar su identidad de género sin miedo a represalias y no sentir miradas de desaprobación y asco constantes por ser tal cual son es totalmente liberador. Que es llegar a Talavera y cambiarles la cara, la actitud y el ánimo. Y, sinceramente, no sé si el motivo sea que Madrid, al ser una ciudad más amplia y plural es más acogedora y tolerante, o si influye también el miedo al rechazo por parte del entorno; cada persona es un mundo y cada cual tendrá sus razones. Lo que sà que tengo claro es que, si tantas personas coinciden en lo mismo, es porque algo estamos haciendo mal. Estamos fallando a toda persona fuera de la heteronorma, vulnerando su derecho a vivir y expresarse según su orientación sexual o su identidad de género y condenándoles a marcharse de su ciudad si no quieren quedarse en el armario.
Ahora es el momento de construir una sociedad más justa, abierta y tolerante, pero para ello debemos empezar desde abajo: en primer lugar, haciendo un poco de autocrÃtica, tratando de ser conscientes de nuestros posibles fallos como individuos y escuchando las reclamaciones del colectivo LGTBI. Y en segundo lugar, a nivel local, desarrollando programas de formación en igualdad para el personal municipal, defendiendo el derecho a una educación afectivo-sexual que garantice el libre desarrollo de las identidades sexuales y de género de todas las personas, impulsando desde las instituciones campañas de visibilización de dichas identidades y orientaciones con el fin de erradicar la discriminación LGTBIfoba y creando un servicio de apoyo y orientación tanto a jóvenes como a familias no normativas.
ConfÃo en que, en algún momento, lleguemos a conseguir una sociedad en la que no sea necesario salir del armario porque todos los armarios hayan sido quemados. Una sociedad respetuosa y que acoja y celebre la diversidad de la ciudadanÃa como algo enriquecedor y positivo. Hasta entonces, queda mucho trabajo por hacer. Para que no sea necesario que seamos valientes.