Desde Cs Valdepeñas, hoy, 25 de noviembre de 2019, volvemos a celebrar una vez más el día internacional contra la violencia de género con la sensación de deberes no cumplidos. La violencia de género sigue siendo, desgraciadamente, una lacra social que se mueve en varios frentes.
A nivel internacional no se avanza adecuadamente en la erradicación de formas de fanatismo que obligan a la mujer a un estado de sometimiento vergonzoso, o de la explotación sexual que sigue sirviendo de lucro para mafias traficantes de mujeres que sólo buscan un futuro mejor, tristemente truncado en locales de alterne que tanto abundan en nuestra “Europa civilizada”, aprovechándose de una ausencia de legislación en la que se desarrolla la prostitución, una situación que, por ejemplo, en la España que dice ser del progreso social, aún está muy lejos de ser solventada.
La violencia de género también encuentra su peor cara dentro de nuestro país a través del número incesante de víctimas que sufren agresiones físicas, muchas veces con resultado de muerte. Estas agresiones no sólo las sufren las mujeres, sino también los niños que conviven en ámbitos familiares en las que tienen lugar. Otra asignatura pendiente la encontramos en la lentitud de nuestra justicia y la falta de conciencia ciudadana en relación con la violencia sexual. Esto supone para las mujeres que son víctimas de abusos y agresiones sexuales, y que se atreven a denunciarlo, padecer un interrogatorio social que incrementa aún más su sufrimiento durante compases de espera que se alargan durante años.
La llegada de nuevas formas de comunicación a través de las redes sociales ha supuesto, sobre todo entre los más jóvenes, una nueva vía para manifestar tratos discriminatorios hacia la mujer, como se manifiesta en las relaciones tóxicas basadas en el control que los adolescentes ejercen sobre sus parejas sobre el uso de Facebook, Instagram o WhatsApp, o a través del empleo de dichas plataformas para venganzas personales consistentes en la exposición de imágenes y vídeos íntimos que dañan el derecho a la privacidad y que tienen, a veces, consecuencias fatales para sus víctimas. Todo esto, junto con el incremento de micro-machismos y de ideas predeterminadas, y equivocadas, acerca de los roles de la mujer en ámbitos tales como el trabajo, la forma de llevar adelante sus relaciones afectivas, o el cómo pueden disfrutar de su propia sexualidad, demuestra que algo falla en su educación, que algo estamos haciendo mal.
Finalmente, también se ha de señalar como fuente de violencia de género la falta de oportunidades económicas en la España rural. El hecho de que la incorporación de la mujer a la agricultura sigue lejos de ser una realidad se puede manifestar en ejemplos como el de nuestra ciudad, Valdepeñas, en la que, pese a que el paro femenino dobla al paro masculino, durante la temporada de la vendimia son muchos más los hombres que las mujeres los que encuentran trabajo en esta labor. Del mismo modo si vemos los datos de Castilla-La Mancha para el año 2016 (último del que se tiene registro según el instituto nacional de estadística) el número de explotaciones agrarias en las que el jefe de la explotación es un hombre alcanza la cifra de 69.783, mientras que aquellas en las que el jefe de la explotación es una mujer se queda en tan solo 20.139. Esto pone de manifiesto la enorme distancia que aun separa, en el mundo agrario, la igualdad entre el hombre y la mujer. En la España vaciada la falta de un papel más determinante de la mujer en el sector agrario es un factor crucial que impide la recuperación demográfica de nuestros pueblos, ya que la mujer sigue migrando a la ciudad en busca de un futuro en el que su vida no dependa del sustento económico de los hombres.
Todos estos datos deben remover nuestra conciencia para buscar entre todos soluciones que equiparen a mujeres y hombres y que eviten, así, la violencia de género.
Teno claro que lucharé para que esta lacra desaparezca de nuestra sociedad, también actuando frente a los episodios machistas que se producen en el salón de plenos.