La concejala de Cultura, Teresa García Arce, ha aplaudido que investigadores como Miguel Ángel Molina Jiménez hayan emprendido la ardua tarea de recuperar una figura hasta ahora bastante desconocida como es la del tallista albacetense Gregorio Guerrero Laplaza.
Un compendio de proyecto de investigación de Molina Jiménez ha sido publicado con el patrocinio de la Concejalía de Cultura, un mecenazgo que la responsable municipal de Cultura se ha mostrado dispuesta a sostener.
El salón de plenos del antiguo Ayuntamiento de Albacete ha acogido la presentación de este libro que recupera para la opinión pública la figura de este tallista albaceteño que fue reconocido en su época y que conjugó su oficio con «un intrépido interés por la invención». Gregorio Guerrero Laplaza alcanzó una notable proyección fuera de la provincia, gracias a los trabajos que realizó en Madrid para la nobleza y sus colaboraciones con Mariano Benlliure, el escultor valenciano.
Este tallista no tenía por costumbre firmar sus obras, pese a que eran reconocidas por sus singulares detalles y su expresión. Si el autor del libro ha podido mantener viva su figura ha sido, en gran parte, al testimonio de sus descendientes. Gregorio Guerrero Laplaza realizó numerosos trabajos de ornamentación en madera, piedra o escayola, de establecimientos comerciales, casas particulares y edificios. El mobiliario y la imaginaría religiosa son dos de los campos donde destacó. En este último campo llevan su firma el retablo de la capilla del cementerio de Albacete y, es probable, que realizase el altar de la capilla de San Antonio Abad en la Catedral.
Gregorio Guerrero Laplaza nació en Peñas de San Pedro en 1845, en el seno de una familia que encontró en la talla, ebanistería, vaciados y escayolas el sustento de cuatro generaciones. Sin embargo, Gregorio Guerrero Laplaza, que murió en 1922, conjugó el oficio con el don de la creatividad.
El libro que hoy se ha presentado hace un recorrido de sus creaciones. Comienza por trabajos de juventud, como el diseño de los números y saetas del reloj del Ayuntamiento cuando ésta estaba situado en la plaza Mayor, que hizo con apenas 15 años. Más adelante obtendría el reconocimiento artístico al conseguir premios en la Exposición Universal de Barcelona de 1888 donde presentó un conjunto de piezas de mobiliario y en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1897 donde concursó con dos cornucopias que también fueron premiadas. Estos premios le abrieron las puertas de los palacios de la nobleza.
Es así como entra en Madrid y colabora con Mariano Benlliure en el palacio de Bauer, actual sede de la Escuela Superior de Canto en Madrid; también realizó trabajos para el palacio de los duques de Medinaceli.
En Albacete dejó su huella en tallas que lucían en establecimientos comerciales, como los frisos, molduras y florones de la tienda La Pajarita, o una talla de la Virgen de Los Llanos que decoró la fachada de una tienda de tejidos que llevaba ese nombre. En el número 8 de la calle Zapateros aún queda la puerta de una casa que fue tallada por este artista.
Gregorio Guerrero Laplaza fue nombrado comisionado adscrito a la Comisión Provincial de Monumentos de Albacete creada por la Real Academia de San Fernando y que sentaría las bases del actual Museo Provincial.
Sus descendientes heredaron su arte y es así como Francisco Guerrero Martínez, uno de sus hijos, firmó elementos decorativos del Pasaje de Lodares, las ninfas del Teatro Circo o parte de la ornamentación del Gran Hotel.