viernes, 22 noviembre, 2024

Redes sociales llenas de odio, por Rosana Güiza

Recuerdo cuando mi amiga Noelia me incitó a hacerme una cuenta de Facebook, “una red social donde se publican cosas que haces y tienen hasta los famosos”. Me mostré reacia y ella insistió en que no pasaba nada, que solo admitías como amigos a quien quisieras y que podías controlar tus datos y privacidad como quisieras. Investigué, probé y me gustó.

Me parecía maravilloso que la gente pudiera mostrar cosas hacia y sobre ti, hacer comentarios sobre tus pensamientos y fotos y, sobre todo, poder contactar con gente que hacia tiempo de la que no sabías nada. Después oí hablar de Twitter, luego de Instagram y después de no se cuantas más. Decidí parar en Instagram porque veía que se me iba la vida en dedicar más tiempo a las redes sociales que a mi propia vida real. Es cierto que he pasado de usarlas todos los días a cada vez hacer más de observadora y uno de los motivos es la pena. Es penoso ver como la gente utiliza las redes sociales para hacer daño.

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Estos días hay polémica por que hay famosos que publican cosas y la gente, normalmente desde perfiles anónimos, critican, insultan e incluso amenazan, así, sin más. Unos salen en defensa y otros atacan a esos defensores y así, se forma una cadena de insultos, faltas al respeto e intolerancia que, verdaderamente, me resulta indigesto. Incluso hay gente que se ve obligada a abandonar las redes dado el nivel de asqueo y decide marcharse a vivir la vida real, que es mucho más emocionante que la virtual.

Nos hemos acostumbrado a que gente anónima nos diga lo guapos que estamos en esa foto espectacular que hemos subido cuando, sin saberlo, lo más importante es que te lo digan y te valoren las personas que tenemos al lado. Nos hemos acostumbrado al halago fácil y, cuando de repente un anónimo amargado te insulta, el mundo se nos cae encima y nos sentimos maltratados.

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Influencers, periodistas, actores… gente famosa que se expone y que, tarde o temprano terminan linchados por una foto o comentario. ¿Merece la pena? La verdad es que pienso que no. Estoy segura de que, después de este boom por enseñar toda nuestra vida a los demás, -desde lo que comemos hasta lo que nos ponemos-, llegará el momento en el que nos volvamos reacios, abandonemos del todo esta vida virtual y volvamos a la privacidad diaria de nuestra cotidianidad. Cada día estamos más cerca y entonces llegará el momento en el que los odiadores -llamados haters-, tengan los días contados y no tengan con quien meterse ni a quien odiar más que a su madre.

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