Llevamos 39 años celebrando la aprobación de nuestra Constitución que, tras la de Cánovas en el s.XIX, es la más longeva de la Historia de España. Es la que más apoyo obtuvo de la ciudadanía y la que nos ha traído el mayor y más próspero periodo de democracia, y eso tiene mucho mérito en una nación que ha pasado por tanto como la nuestra.
Pero me atreveré a decir que, en 39 años, nunca se ha hablado, discutido y manoseado tanto nuestra Ley de leyes como en los últimos meses. Hay para quienes, dependiendo del día y la posición de los astros, la Constitución del 78 es un “candado”, un escudo, un papelito o un asidero. Y, por extensión, esa misma suerte corren cada uno de sus artículos.
El tan temido, demonizado y, seamos francos, desconocido en su literalidad por la mayoría de los que conjuraban contra él hace unos meses, artículo 155, se convirtió en una suerte de bálsamo de Fierabrás de la noche a la mañana.
Corrieron ríos de tinta a favor y en contra de su aplicación en la Comunidad autónoma de Cataluña, cuyos gobernantes se situaban día sí y día también fuera de la ley. En Ciudadanos aguantamos estoicamente el chaparrón por negarnos a discutir sobre lo obvio; una ley que se aplica o no en función de determinados intereses no es ley. Sin ley no hay democracia. No había nada que discutir.
Pero esa no ha sido la última tormenta que hemos tenido que soportar en las últimas semanas por defender los valores sobre los que se asienta la Constitución española. Caras de sorpresa y rabia acogieron en el Congreso de los Diputados nuestro alegato en contra del nuevo y escandaloso cálculo del cuponazo vasco, que pretendía aprobarse rápido y en silencio poco antes de que celebráramos el aniversario de la Ley máxima que viene a garantizar que algo así no pudiera ocurrir.
Frente al artículo 138, que reza “las diferencias entre los Estatutos de las distintas Comunidades Autónomas (…) no podrán implicar, en ningún caso, privilegios económicos o sociales”, nacionalistas, populistas, socialistas y populares se unieron para defender lo indefendible. Eso sí, cada uno con su particular lista de insultos a Ciudadanos, pero todos con un hilo común: a mi partido no le interesa hoy lo que dice ahí la Constitución, como tampoco le interesó ayer.
Mucho ha cambiado España desde diciembre de 1978, y gran parte de ese cambio se lo debemos al documento que hoy festejamos. Mucho ha cambiado nuestra sociedad, pero no nuestros deseos de libertad, de igualdad, de solidaridad, de convivencia, de derechos conquistados gracias a que millones de españoles votaron Si aquel diciembre hace 39 años. Algo tan valioso debe ser respetado, no ignorado. Reforzado, no destruido. Mejorado, no envilecido.
Aunque al parecer hoy en día es nadar contra corriente, Ciudadanos seguirá defendiendo los valores constitucionales. Sencillamente, para eso hemos venido.