“La estación está casi desierta, tan solo la trémula luz de unas bombillas y las pisadas de algún viajero presuroso, rompen un estático paisaje de silencio. Es de noche, en la calle nieva y hace frío, mucho frío, los copos caen despacio, muy despacio, los chavales que juegan en el parque, intentan recogerlos con las manos. En estos días todo es algarabía, consumismo, movimiento; aquí dentro sin embargo nadie habla, todo es calma, como si alguien hubiera decidido detener el devenir frenético del tiempo.
Sentados a mi lado, una pareja muy joven de extranjeros, supongo que se disponen a realizar algún trayecto, se diría que van o vienen de muy lejos; la mujer embarazada, el hombre la contempla somnoliento. Junto a ellos, durmiendo a pierna suelta tres “sin techo”, sus ropas desgastadas, la tez ennegrecida, sin maletas, me pregunto si soñarán…con viajar al firmamento.
Las agujas del impávido reloj de la estación van marcando invariables los minutos, los momentos; las nueve y cinco, las diez y cuarto, las once y media… y…ya no recuerdo. Es día veinticuatro de diciembre y…yo espero.
El cansancio puede al fin con mi afán de estar despierto. Las horas de la noche custodian mi subconsciente sin saberlo. La espera adormecida me ha llevado a una ciudad donde todos pasan la noche bajo un techo. Al alba, el pitido de un expreso en el andén, interrumpe bruscamente nuestros sueños. Los llantos de un bebe nos crea un añadido desconcierto. Una Luz venida de muy alto ilumina a un sencillo belén de carne y hueso.
El niño ya ha nacido, la madre lo amamanta, el padre le da un beso. Mis tres acompañantes se levantan dando un respingo desde el suelo. Los cuatro, sorprendidos, volvemos las miradas para verlo. La estancia cobra vida, el tiempo comienza a ponerse en movimiento, Jesús nos ha nacido, nosotros hemos sido testigos del acontecimiento”.
Un Acontecimiento que tuvo lugar hace dos mil diecisiete años allá en la aldea de Belén, pero que hoy se sigue dando en muchos y sorprendentes lugares de la tierra. Dios nace en todas aquellas personas que buscan la Verdad y desean acogerla en sus corazones. Dios sigue naciendo para que todas nuestras vidas se conviertan en un “continuo acontecimiento de Esperanza”.
Dios nace hoy, como señala el lema de Cáritas, para ser parte de la solución en los gravísimos problemas humanos que están presentes en nuestra autoproclamada civilizada sociedad. Dios sigue naciendo para que todos seamos una caricia hacia los demás. Dios nace para que la sociedad mire de otra manera a los desheredados de este mundo, inmigrantes, refugiados, los sin techo, para los que consideramos extranjeros…
Dios ha nacido para modificar el destino de la humanidad, el rumbo de la historia. Jesús nace para invitarnos a cambiar la perspectiva en nuestras vidas y agradecer su regalo más hermoso, hacernos hijos de Dios. Este es el gran y único Acontecimiento de la Navidad.
¡Feliz Navidad!
Fermín Gassol Peco
Director de Cáritas Diocesana de Ciudad Real